El Paisaje como objetivo
En la trayectoria de José Miguel Alonso Fernández-Aceytuno
Isabel Corral Torres
Licenciada en Bellas Artes
Vicepresidenta
del Laboratorio de Paisaje de Canarias
Arquitecto atípico, de mirada lúcida, sintética y con incuestionable madera de líder, a José Miguel siempre le interesó más el arte de los procesos que la obra hecha, lo abierto más que lo cerrado y el vacío más que el lleno. Por ello, el cómo más que el qué fue su estrategia para evidenciar el valor público de los paisajes de nuestro “paraíso posible”.
Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1951, su primera infancia transcurrió en el Sahara Occidental. En 1978 se licenció en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, en cuyo Laboratorio de Urbanismo trabajó como colaborador-investigador entre 1974 y 1977. Una vez titulado fue profesor del Departamento de Urbanística hasta 1980. Pero su trayectoria profesional comenzó realmente en 1972, ya que siendo estudiante en Madrid formó parte durante dos años del equipo técnico del arquitecto Fernando Higueras, colaborando entre otros trabajos en el Plan Especial de Ordenación Gran Corralejo, que le brindó la oportunidad de redescubrir el paisaje tradicional de la isla majorera. Una síntesis de esa experiencia es el “Estudio sobre la arquitectura popular de Fuerteventura”, texto que, leído hoy, se confirma como pronóstico de lo que ha ido ocurriendo: “en arquitectura… cada vez hay menos tradiciones y más lenguaje común”.
Decidido a trabajar desde y para Canarias, regresó a su ciudad natal. Durante el curso 1980-81 fue profesor del Departamento de Urbanística de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, renunciando al no existir, en su opinión, condiciones para desarrollar la actividad investigadora que le interesaba. No obstante, nunca se desvinculó del todo del ámbito universitario, siendo invitado a exponer sus trabajos en diversas ocasiones. Las relaciones se intensificaron mientras dirigió el Proyecto Guiniguada, propiciando la participación interdepartamental de algunos equipos. En Canarias, Barcelona y Madrid impartió Talleres y Cursos de Postgrado y Master sobre planificación territorial y arquitectura del paisaje.
Con espíritu independiente, multidisciplinar y de compromiso social, en 1981 fundó el Gabinete PRAC (Proyectos de Rehabilitación Ambiental de Canarias). Un Gabinete que, sin entidad jurídica propia, fue simbólicamente el marco de “una forma de estar” desde la que dialogar con la sociedad sobre el devenir del territorio y del paisaje insular. El carácter innovador de las propuestas con la firma Aceytuno siempre congregó a profesionales de distintos ámbitos para colaborar en el desarrollo de los trabajos. De ese periplo destacan lo que él concibió como “parques activos” para explorar nuevos conceptos y métodos de proyectar, proteger y gestionar el paisaje; algunos ejemplos son Idea Mirall (Barcelona, 1982), el Jardín Canario (1983), el Parque de San Roque, San Juan y el Batán (1984), el Parque de la Música (1987)1, el Parque Ecomuseo de Maspalomas (1990), el Parque Litoral de Las Salinas de Bañaderos (1993), la Estación Cultural de Tindaya (1995)2 o el Proyecto Guiniguada (1996).
Otros trabajos de carácter más convencional firmados por Aceytuno son el Plan General de Puerto del Rosario (1984), los Planes Especiales de Protección de Bandama y Pilancones (1982), y algunos Programas de Rehabilitación como el de los Riscos de Las Palmas (1983) o el del entorno de la Cruz de Tejeda (1995). En general, fue remiso a los proyectos arquitectónicos, si bien, bajo su dirección o compartiéndola con otros arquitectos, desarrolló algunos de marcado interés público y, de haberse ejecutado, altamente rentables para las demandas culturales del sector turístico insular, como el Museo Arqueológico de Maspalomas (1989) y Museo-mirador de las Salinas de Bañaderos (1998).
Su experiencia en participar en concursos públicos fue tan relevante como su optimismo al asumir las contrariedades como nuevos contextos de partida, ya que a veces la maquinaria administrativa encargaba a otros, paralizaba, distorsionaba o recortaba lo inicialmente ganado o propuesto. Así ocurrió con la Ordenación de los terrenos de Tamaraceite (1982), el Mirador de Morro Velosa (1989), el Proyecto Guiniguada (1998) o el Proyecto Paisagem (2002). En ocasiones, determinadas circunstancias le indujeron a publicar cartas abiertas para clarificar las vicisitudes –ajenas a su responsabilidad– que envolvieron a algunos de sus proyectos:
“Carta abierta a Eduardo Chillida” en relación a Tindaya (1998) y “Carta abierta a Marion Van Mackelenberg” sobre el Proyecto Guiniguada (2001).
De talante amable, su exigencia en
la realización de los trabajos requería una dedicación que estaba fuera del
tiempo, hasta con él mismo, pero que contrarrestaba con una sonrisa franca y un
argumento incuestionable: “lo imposible… es posible intentarlo”. Por ello, si
algo de utópico tenía su actitud, no es por las ideas que proyectaba con la
objetividad de “quien quiere mirar para ver”, o porque su personal sentido de lo
ético nunca le permitiera obtener lucros más allá de cubrir los gastos que la
envergadura y calidad de los trabajos en su opinión requería. Ni siquiera utópico por atreverse a mostrar que para habitar un territorio más humanizado, participativo y rentable para todos, había que trazar un holgado círculo que permitiera salvaguardar el máximo de paisaje de la especulación, adecuándolo en todo caso, con creatividad y visión de futuro, a los nuevos roles de uso derivados del veloz desarrollo económico del archipiélago.
Necesitaba comunicar. Apasionado por la música y el arte, fueron sus dotes con la palabra, oral o escrita, su mejor herramienta para contagiar el entusiasmo por sus ideas. Sus textos de conferencias, artículos y publicaciones están teñidos de una expresión íntima, perfectamente identificable, en la que el paisaje es una constante. Pero públicamente extrovertido, su locuacidad convivía, a veces de forma contradictoria, con la soledad del poeta que profundamente era. Como muestra, ese bello poema de 1976, en el que, bajo una silueta de hombre pensante, se puede leer: “Yo nací para ser náufrago / cuando el sol desatornille mi cuerpo del mar / cubriré el trayecto muy rápido / y al revés / romperé el horizonte al caer / y crecerán paisajes en mi jardín / como metidos en jaulas pesadas / del color de la luz / (futuro)”. Con ese carácter inquieto, que sus gestos y mirada transmitían, libró siempre una dura batalla con lo rutinario; por ello, de vez en cuando se dejó tentar por acciones más propias del campo artístico: “La Bolsa de Basura” (1984), “Los tetraedros de Tefía” (1985) o “La Isla” (2002), son algunos ejemplos.
Si el interés por el paisaje se destila ya en sus escritos de juventud, la comprensión de que “el paisaje debía ser el principal objetivo y no el resultado de la transformación del territorio” fue impregnando la totalidad de su trabajo, reconociéndose conceptualmente en la Convención Europea de Paisaje (Florencia 2000), a cuyas Conferencias y Talleres fue invitado a participar en calidad de experto desde que en el año 2001 se iniciaran los primeros contactos con motivo de la redacción del Avance de Directrices de Paisaje. Consciente de la importancia del nuevo instrumento europeo, inició una estrategia para difundir en Canarias la Convención y propiciar su ratificación por el Estado. Para ello impulsó y dirigió la “1ª Conferencia de responsables de Política Territorial y Medio Ambiente de las Comunidades Autónomas de España” (2002).
El éxito de la Conferencia abrió un nuevo marco de cooperación con el Consejo de Europa y favoreció otras vías para promover proyectos innovadores de carácter interregional. Con esas alentadoras perspectivas, en junio de 2003 nació el Laboratorio de Paisaje de Canarias, generando proyectos como EP@M: Sistema de Estaciones de
Paisaje de la Macaronesia o Macaronart, y trabajos como el Plan Estratégico de Desarrollo Turístico de Boa Vista (2004).
Su último acto público fue en el “Encuentro Catalunya 2004 / Paisaje”, realizado en Barcelona el 27 de mayo. En él, además de formar parte del Comité Organizador, expuso las utilidades de las “EP@M” en el proceso de participación social que la Convención implica. Murió en la madrugada del 7 de junio, sin poder asistir a la Conferencia organizada por el Consejo de Europa con motivo de la entrada en vigor de la Convención, pero su entusiasmo y buen hacer fueron objeto de un reconocimiento formal en ese foro internacional.
Si como decía un poeta catalán: “todo está por hacer… y todo es posible”, las propuestas de José Miguel Alonso Fernández-Aceytuno siguen vivas y vigentes para practicar en eso que llamamos desarrollo sostenible. Él sí hizo su parte, honesta e inteligentemente mantuvo un intenso y constructivo diálogo-propositivo para que nuestras huellas sobre el territorio dejaran un paisaje más bello para nacer, vivir y morir en paz. Huellas sobre papel de un ser humano que también deseaba poder, algún día, “habitar lo pensado”… simplemente no dependía de él. Llegará su oportunidad, solía decir cuando le comentaban con queja o perplegidad los años transcurridos sin que al menos algo de “lo posible” hubiera sido coherentemente rentabilizado para el bienestar del conjunto social.
Que tampoco sea una utopía será el único homenaje posible, y útil, para algo más que no sea el dedicarle puntualmente un merecido recuerdo por su generosidad con estas islas.
Las Palmas de Gran Canaria, agosto de 2004