Antonio Lugo y Massieu
Una vida entre la Naturaleza y la Cultura
“No me importa que de mí se diga que fuí, más que un romántico, un visionario al tratar de los problemas canarios, de mi querida tierra isleña, de toda la tierra canaria, porque si de mi dependiera, y pudiera hacerlo, a todas las islas las estrecharía con el cinturón amoroso de mis brazos. ¿Por qué no soñar con que a este Archipiélago Afortunado la esperan, en un porvenir no muy lejano días magníficos de sólido esplendor?...”
Fragmento de su diario
Asociación Cultural de Arte y Patrimonio
de la Villa de La Orotava (ADARPA)
Nacido en San Andrés y Sauces el 21 de Noviembre de 1880, Antonio Lugo y Massieu fue el único hijo varón del matrimonio formado por Antonio Lugo García y Ana Massieu de las Casas, pertenecientes ambos a familias de enraizado abolengo en La Orotava y en Santa Cruz de la Palma, dos ciudades históricamente relacionadas.
Su primera formación académica tuvo lugar en la capital palmera, mientras que, ya una vez su familia quedó establecida en Tenerife, la completó primero en el Colegio de Taoro de La Orotava, para más adelante obtener el título de Bachillerato de Ciencias en La Laguna. En las postrimerías del siglo XIX se trasladó a Sevilla, para cursar estudios de Farmacia, carrera universitaria que hubo de abandonar poco tiempo después ante la imprevista muerte de su padre, acaecida en 1899. A partir de ese momento, Antonio Lugo y Massieu tuvo que dedicarse a la atención de los negocios y propiedades familiares, haciéndose cargo de la gestión y administración de las tierras que su familia poseía en La Palma, como es el caso de la finca de Oropesa, y en Tenerife, destacando en este sentido la hacienda de La Marzagana, en el pago de Higa, y la Quinta Blas Luis, próxima al Conjunto Histórico de La Orotava.
Su incansable dedicación en el terreno de la agricultura le condujo a ingresar en la Sociedad Cooperativa Agrícola de La Orotava en 19151, y a desempeñar durante los años treinta2, el cargo de presidente de la Cámara Agrícola Local. Además de gestionar la exportación de la producción de los agricultores locales, su posición le permitió también ejercer un control sobre las actividades y actuaciones ejercidas sobre el Jardín Botánico de Aclimatación. Asimismo, Antonio Lugo y Massieu fue miembro de la Unión de Comerciantes y Agricultores de Santa Cruz de Tenerife3, sociedad en la que pudo plantear los problemas existentes entre la producción agrícola y su salida en el mercado durante los años previos a la Guerra Civil.
Al igual que sucedió con su actividad profesional, Antonio Lugo y Massieu ocupó su tiempo de ocio mostrando un apasionado interés por el campo y la naturaleza. En este sentido, recopiló gran cantidad
de recetas sobre cultivos, introdujo y experimentó con diferentes especies vegetales y, sobre todo, publicó de modo gratuito una serie de revistas y periódicos destinados a la difusión de los valores de la naturaleza y el culto a los árboles, destacando entre ellas, sin duda, el periódico “El Campo”.
En esta publicación, Antonio Lugo y Massieu dio cabida a infinidad de artículos firmados por diversos especialistas y aficionados a la agricultura y a la botánica, procedentes de distintos lugares de la geografía española. El corpus de textos, generado por cada número del periódico, alcanzó un considerable nivel tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo. Ello originó que, paulatinamente, fuera adquiriendo un cierto prestigio no sólo dentro del ámbito local, sino también en otras latitudes. Prueba de ello son las numerosas solicitudes que recibió su editor desde diferentes provincias de la Península Ibérica, con el objeto de suscribirse al periódico y, de este modo, dar comienzo a su colección4.
Los diversos e interesantes apartados que integraban cada número de “El Campo”, fueron planteados por Antonio Lugo y Massieu en la que él mismo denominaba como “Quinta Blas Luis”, su residencia habitual entre 1905 y 1923, y primera sede social del periódico. En aquel lugar plasmó sus ideales acerca de la naturaleza, combinando su tiempo de ocio con la gestión de una propiedad de uso agrario. Todo ello se hace evidente al observar la distribución y planificación de las terrazas de cultivo, el diseño de los jardines y espacios de recreo, o la presencia de especies arbóreas como las palmeras, el pino, el castaño, o las higueras, que jalonan toda la extensión.
Es precisamente en este último punto, el arbolado, donde Antonio Lugo y Massieu se mostró más reivindicativo en su defensa de la naturaleza. Ello se manifestó por medio de acciones altruistas como la plantación de pinos y eucaliptos en el tramo de carretera entre La Orotava y Vilaflor durante los años veinte del siglo pasado5, o en la colaboración desinteresada en el ajardinamiento y plantación de árboles en la Villa de La Orotava, como es el caso de la plaza de San Francisco6. Pero, sin duda, destaca su labor de recuperación y de protección de especies, que él mismo definió, tanto desde el punto de vista teórico como práctico, bajo el siguiente lema: “propaguemos generosamente el culto y el amor a los árboles”. Una dedicación que no fue ignorada por sus contemporáneos, siendo alabada por diversos miembros de la sociedad culta de su época.
Como ya mencionamos con anterioridad, este caudal de ideales
en torno a la protección de la naturaleza subyace en cada ejemplar del periódico
“El Campo”. Sin embargo la labor editorial de Antonio Lugo y Massieu no se limitó a esta publicación, sino que se vio refrendada en la edición de otras revistas y periódicos como “La Orotava”, “La Patria” o “El Regional”, que del mismo modo distribuyó gratuitamente, y en la fundación de la Asociación de la Prensa de Tenerife.
Erudito y consumado bibliófilo, era aficionado a recopilar textos históricos de sumo interés como aquellos que hacían referencia al Teide, cuentos y leyendas, así como a la redacción de historias y crónicas de sus vivencias. Fue autor asimismo de diversas obras literarias como “Efemérides de La Palma y Tenerife”; “Antología de poetas canarios, desde la conquista a la edad presente” o “Nómina de los más notables artistas de Canarias”. Además, durante su vida logró reunir una valiosísima biblioteca, hemeroteca y fondo documental, que se han erigido como auténticos bienes patrimoniales dentro de su categoría.
También la conservación y el respeto por el patrimonio histórico-artístico centraron algunas de sus intervenciones en la esfera pública. En este sentido, se mostró sensible a los valores y problemas del antiguo casco orotavense, en unos momentos donde la tradicional Villa empezaba a experimentar los importantes cambios socieconómicos, culturales y técnicos que trajeron consigo los primeros años del siglo XX. Este es el caso de su ferviente defensa de la iglesia conventual de San Agustín, en el marco del debate surgido a partir del proyecto de demolición del inmueble religioso por parte del ayuntamiento de esa localidad8.
Asimismo, su afinidad con el mundo de la cultura y la ciencia queda de manifiesto en su pertenencia a numerosas sociedades e instituciones canarias de gran renombre intelectual, como La Cosmológica de Santa Cruz de la Palma, el Instituto de Estudios Canarios o la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife9, así como en su interés por todo tipo de manifestaciones culturales, algo que queda reflejado en sus continuas visitas al Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife, para asistir a representaciones musicales y teatrales, y en la desinteresada colaboración que ofreció a la Academia Municipal de Música de Santa Cecilia.
Como hemos podido comprobar, la
vida de Antonio Lugo y Massieu estuvo marcada por su esfuerzo en difundir la
cultura y, sobre todo, por su lucha incansable por impulsar una conciencia de
protección y culto a la naturaleza. A pesar de su fallecimiento en La Orotava,
el 5 de octubre de 1965, su extraordinario legado sigue latiendo con fuerza en
la memoria colectiva de su localidad, sirviéndonos de ejemplo y guía a todos
aquellos que hoy, como ayer, creemos todavía en la reconciliación del hombre
consigo mismo y con la naturaleza.
Los Amantes del Árbol
Sabíamos que había en estas islas personas amantes del arbolado. Con frecuencia vemos en los periódicos sendos artículos abogando por la repoblación de nuestros rasurados montes. El fénix de los escritores canarios, Don Francisco González Díaz tiene una magnífica obra titulada “Árboles”. A la disposición gubernamental en pro de la celebración de la fiesta del árbol han respondido casi todos nuestros pueblos, superando en entusiasmo a cuanto pudieran concebir las más optimistas imaginaciones. Vemos, que el despertar en ese sentido es brillante, y no parece exagerado asegurar que, a vuelta de una docena de años, nuestros montes presentarán aspecto muy distinto al que tienen en la actualidad.
Pero lo que no sabíamos, lo que todavía permanecía oculto a nuestras miradas escrutadoras, es que hubiese aquí personas cuyo cariño hacia el árbol fuese tan intenso y cuya abnegación fuese tan sublime que les llevase hasta el extremo de fundar un periódico que tuviese por única misión el enaltecimiento y propaganda del arbolado. Esta sorpresa nos la acaba de dar el ilustrado escritor y amable joven D. Antonio Lugo y Massieu.
Pero todavía llega a más el altruismo de este gran amante del árbol. Ese periódico será repartido gratuitamente a cuantas personas y entidades lo soliciten.
Esto rebasa los límites de lo inconcebible.
Sabemos que el Sr. Lugo y Massieu goza de una posición bastante desahogada y que se ha trazado una manera de vivir modesta, sin caer en la exageración, ni mucho menos en la ridícula avaricia, siempre reprochable y estúpida; pero ¡cuántos más opulentos y más alardeadores de su patriotismo y su cariño al campo y al arbolado no han llegado ni por asomo a tanto!
Vive el Sr. Lugo y Massieu en su linda quinta de “Blas Luis”, entre el tierno follaje de los árboles y el matizado verdor de las plantas, y desde allí pretende, como la humilde violeta, esparcir en el archipiélago su exquisito perfume de cultura.
Perfectísimamente. Ello es una manera de proporcionarse la más noble de las satisfacciones.
Porque ese es el único lucro particular que dicho señor pretende, al dar a luz su simpático periódico El Campo. Y ese lucro; ese interés singularísimo, lo obtendrá seguramente el señor Lugo y Massieu. No habrá nadie que pueda arrebatárselo.
El Campo merece de todas las personas cultas una acogida cariñosísima, y su fundador los plácemes más sinceros.
Dichoso el que puede dedicar parte de su tiempo y su dinero a cosas de tanta importancia y que tanto subliman el alma!
TINGUARO
Los Naranjeros, agosto de 1915.
“Vida Moderna”, nº 108.
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