Metamorfosis del territorio canario: una cuestión de campanas.
ABEL HERRERA GARCÍA
EX UTÓPICO (A VECES), EX CREYENTE, EX CÉPTICO. ARQUITECTO TÉCNICO
MIEMBRO DEL CENTRO INTERNACIONAL PARA LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO
(CICOP-España)
¿Por quién doblan las campanas?…Despiadadamente empiezan a retumbar a muerto entre los
escarpes montañosos de las islas. Seguramente la sinrazón que nos invade no desencadenará
acontecimientos tan dramáticos como los relatados en la obra de Hemingway, pero, mucho me
temo que, de seguir los derroteros actuales, tendremos que volver a coger la maleta de Lezcano,
atarle una cuerda de pitera alrededor y, … sólo que ya no nos quedan américas por hacer.
La oportunidad que me brinda Rincones del Atlántico, invita a poner sobre la mesa un puñado de reflexiones y criterios dirigido a sacudir las conciencias
dormidas, con la esperanza de que descubran el verdadero valor que oculta, entre piedras, el mundo rural, identifiquen los peligros que le acechan, y sean capaces de detectar los métodos de actuación correctos en las tareas rehabilitadoras. Todo ello con
el objetivo de concienciar y ayudar a formular
las acciones más lógicas que impulsen
la recuperación patrimonial vinculada a este
maltratado territorio.
No obstante, tratar de reflejar en el mensaje
comprimido del presente artículo la amplia
filosofía sobre valorización de este patrimonio
diverso (tangible e intangible), resulta una
tarea engorrosa que, seguramente, y debido
a la brevedad del mensaje, contribuiría a
enmarañar aún más la situación actual de
desorientación conceptual. Además, intervenir
correctamente en el mundo campesino
requiere fuertes dosis de compenetración
con el mismo, escudriñar entre los entresijos
de la historia que ha tenido que soportar,
sufrir y cargar, para poder interpretar correctamente
su verdadera identidad y su particular
lenguaje. En consecuencia podemos
intuir que, si no se llega a este estado de profundización
en las cuestiones a tratar, daría lo
mismo un roto que un descosido al plantear
posibles soluciones, al contrario de lo que
pretendería conseguir un trabajo serio.
Por tanto, como preámbulo a lo que pudiera
ser ese análisis más documentado y amplio,
que traslado para futuras ocasiones, lo que
puedo apuntar inicialmente a este foro es la
identificación de alguno de los “problemillas”
con los que tropezamos en esta tierra cada día
y que, a mi juicio, se vienen convirtiendo en
el leitmotiv que mueve y justifica la cantidad
de barbaridades que se cometen en el territorio.
Peculiares Jinetes del Apocalipsis que
anuncian la que se nos viene encima y pretenden
dar la clave para entender lo que aquí
ocurre. Además, como la revista nace con
la intención de crear conciencia, nada más
saludable que hacer una reflexión de la situación
actual canaria como punto de partida,
para, por contra, poder identificar y extraer
alguna solución del libro gordo de Perogrullo.
PRIMER MENSAJE FÚNEBRE: EL MODELO DE DESARROLLO “MADE IN CANARIAS”
Para avanzar hacia un hipotético modelo
coherente de desarrollo rural, alternativo al
vigente, no parece que sea demasiado disparatado
el establecimiento de un marco
general de actuación que acote convenientemente
el desarrollo global de las islas.
Un modelo que además vaya indicando las
pautas a seguir para la transformación de los
sistemas productivos precedentes a los que
se pretenden en la actualidad, donde vayan
encajando los recursos y las diferentes piezas
patrimoniales habilitadas para su nuevo uso,
de tal forma que se garantice la continuidad
de cada una de ellas.
Los principales actores de la escena canaria,
los que se ocupan en accionar la tramoya, las
neuronas más iluminadas, siempre se pronuncian
en sintonía con estos elementales
planteamientos, al menos sus discursos son
coincidentes con esta inquietud común.
Ahora bien, cuando se ven materializados en
el territorio sus proyectos nos damos cuenta
de que, como suele ser común en las religiones,
el predicamento va por un lado y el
reparto de grano por otro. Si comparamos
su obra con lo que dicen, si atendemos e
interpretamos correctamente sus discursos,
si aprendemos a leer entre líneas, no tardamos
en descubrir que todo es puro maquillaje,
autojustificación y marketing, incluso
entre quienes otrora fueron señeras en la
defensa del mundo rural.
Se ha debatido hasta la saciedad el tremendo
error que supone la dependencia
económica, casi en exclusiva, del monocultivo
turístico, porque nos sitúa directamente
en la trayectoria de la espada de
Damocles. A fuerza de oírlo y reconocerlo
lo hemos asumido hasta autoconvencernos
de que no hay otra alternativa. Así, improvisando
y dándole reiteradas vueltas de
tuerca al tornillo que sujeta la débil cuerda
de nuestra economía, se está consolidando
un modelo turístico de masas, chabacano,
tercermundista y carente de personalidad,
donde el único objetivo buscado parece ser
que es la fidelización hacia la más rentable
actividad que sabemos hacer: poner a tostar
en la parrilla de nuestras playas a los rebaños
que nos llegan sedientos de sol y, tras
jarearlos una semana, devolverlos a su país
de origen hasta la siguiente temporada, en
la que les volveremos a dar su correspondiente
dosis de radiación.
No obstante, en estos momentos, en pleno
siglo XXI, nos estamos planteando que ya
va siendo hora de cambiar de rumbo hacia
“modelos sostenibles”. En esta línea hemos
descubierto nuestro particular turismo de
calidad, un “turismo verde”, racional y
acorde con nuestros recursos: ahora apostamos
por el turismo de pelotas, de golf.
Total, valorando riesgos, en caso de fracaso
sustituiremos el césped por las añoradas
plataneras o volveremos a chupar de la dulce
caña de azúcar o, como último remedio y
si persiste el desastre, siempre nos queda el
recurso de embriagarnos, para olvidar, con
nuestros famosos vinos de malvasía.
En cuanto a la aportación de agua, nuestro
bien más escaso, para cubrir de terciopelo
verde nuestros áridos campos, hoy en día
tampoco supone un obstáculo con el descubrimiento
de los modernos sistemas de
desalinización, que alguna ventaja tiene que
tener el estar rodeados del preciado líquido
por todas partes (Lanzarote y Fuerteventura
desalan ya entre el 80% y el 85% del
agua que consumen, Gran Canaria el 40%,
Tenerife y El Hierro entre el 15% y el
20%, sólo se escapan, por ahora, La Palma y
La Gomera) El aporte de energía para esta
locura colectiva no parece preocupar a la
racionalidad canaria, donde hasta los mayores
disparates tienen cabida si se argumentan
en función de determinados intereses,
que “el fin justifica los medios”. Incluso se
puede llegar a considerar medioambientalmente
correcto la producción, transporte y
consumo de grandes cantidades de energía
a costa del sacrificio de los recursos naturales
y de los espacios protegidos.
En definitiva, gracias a la gran “capacidad
imaginativa” de los responsables del diseño
de nuestro desarrollo futuro, que no acaban
por definir un modelo global hacia donde
tirar, en este río revuelto seguimos navegando
desnortados a causa de la improvisación,
de las diferentes visiones locales que
se implantan en los numerosos Reinos de
Taifas, de la descoordinación interadministrativa,
etc. Mientras, legiones de “caterpillar”
se ocupan en cavar la tumba de toda una cultura
agraria. Debajo de la eclosión de urbanizaciones
turísticas y campos de golf, en breve
habremos enterrado la mayor parte de nuestra
historia; un mundo de bancales, sudor
y lágrimas, pero, ¿a quién importa eso? Es
el progreso, el turismo sostenible, el turismo
verde, el turismo de calidad, la explotación
racional de los recursos: el turismo de pelotas,
de golf.
¿No va siendo hora ya de parar y recapacitar
sobre lo que a la sociedad canaria le conviene?
SEGUNDO ANUNCIO APOCALÍPTICO: LA COMERCIALIZACIÓN DE NUESTROS VALORES HISTÓRICO-AUTÓCTONOS
Pasen señores y vean! Por el módico precio
de nuestra incompetencia le ofrecemos historias
verídicas a la carta. Olvídese de viajar a
Europa, América, África; usted puede encontrar
en el maravilloso plató de nuestras islas los
más recónditos escondrijos de ávidos filibusteros,
hazañas de pistoleros que rumbo al Mississippi
dejaron huella en nuestros peñascos;
la innegable conexión de nuestras pirámides
con Aztecas, Mayas e Incas y, si nos apuran
un poco, hasta con las de Mikerino y Keops
allá por el mismísimo Egipto. Evidentemente
las culturas Griega y Romana dejaron sólidos
monumentos en nuestra geografía.
Como podemos apreciar culturalmente no
estamos tan mal y cada vez vamos ganando
más terreno en este campo. Gracias al
aumento desmesurado del nivel de calidad
de la enseñanza en las escuelas públicas,
nos podemos permitir el lujo, incluso, de
descender a detalles inimaginables en otras
épocas; por ejemplo, poder inculcar a nuestros
niños ancestrales ritos arraigados al terruño,
como pueden ser, entre otros, las fiestas
de Halloween, que en un esfuerzo por su
recuperación, hasta se financian como actos
culturales por algunas administraciones públicas
de nuestra querida tierra.
En fin, mientras los nuevos mercaderes reinterpretan
la historia a medida de sus particulares
intereses; los más humildes escenarios
rurales, diseñados por el ingenio popular
en un lento goteo de siglos, levantados
como respuesta a imperiosas necesidades de
subsistencia en épocas de miseria, se ven
devorados por el monstruo que entre todos
estamos alimentando; unos con oscuros intereses,
otros con su incompetencia, con su
indecencia y, la mayoría, con su silencio.
Las viejas costumbres y formas de vida vinculadas
a los ricos elementos culturales que
salpican nuestros paisajes, donde destaca una
arquitectura rural pura, hecha sin arquitectos,
modelada por los verdaderos escultores de la
tierra y del aire, se están quedando desnaturalizadas,
prostituidas y huérfanas. Se nos escapa
de entre las manos la oportunidad de poner
en la escena cultural y turística lo que mejor
conocemos y sabemos hacer: todo lo relacionado
con nuestra historia, costumbre y
tradiciones; que actualmente se entierran en
beneficio de un producto artificial, basto e
impersonal, que va ganando terreno debido a
su alta rentabilidad como consecuencia de la
simplicidad de los recursos que emplea.
De aborígenes hemos pasado a ocupas de
lo ajeno, a negreros, piratas, carceleros, agricultores,
mercaderes, hasta convertirnos en la
actualidad en un poco de todo, o, lo que es
peor, en un poco de nada.
TERCERO: LA CALIDAD DE LOS NUEVOS MODELOS ARQUITECTÓNICOS Y EL PAISAJE
No obstante y a pesar de todo, ya somos
europeos, a Dios gracias. Ahora el imitar la
manera de vivir, de comer, de vestir, y hasta
de construir, de nuestros globalizados conciudadanos
de más al norte, nos da cierto pedigrí
a los nuevos señores y habitantes de las
islas. Quizá lo más llamativo de esta curiosa
y nueva forma de ostentación, además del
amaneramiento de costumbres, se vea representada
en la configuración de la arquitectura
residencial y turística. La condición de
nuevos ricos, la influencia de arquitecturas de
revista y la aculturación que sufrimos debido
a nuestra polivalente condición estratégicoinsular,
están haciendo proliferar monstruos
arquitectónicos en el paisaje.
Aquí todo vale, hasta la mediocridad más
empalagosa. Los únicos “parámetros de calidad”
que se consideran insalvables para bendecir
un proyecto de obra o un modelo
arquitectónico son: que vengan convenientemente
avalados por “profesionales competentes”
y que el abultado dossier de documentos
inútiles esté en regla, en definitiva; firma y
papeles. En estos momentos, el incompetente
corporativismo que intentó quemar en
la hoguera inquisitorial al recordado César
Manrique, por “intruso”, es quien se erige en
defensor de los nuevos modelos y del control
de la calidad arquitectónica de las obras que
se ejecutan en las islas. Y así nos va.
La “arquitectura de vanguardia” que se
implanta en el territorio, salvo contadas
excepciones, desprecia y no tiene en cuenta
para nada su integración paisajística, el encaje
en el terreno, la calidad de los modelos;
en definitiva, el imprescindible diálogo armónico
entre la obra y la naturaleza que le rodea.
Reflexionaba el polémico Adolf Loos, arquitecto
afincado en Viena, a principios del siglo
XX: “¿Quiere usted acompañarme a la orilla
de un lago de montaña? El cielo es azul, el
agua verde y todo está en profunda calma.
Las montañas y las nubes se reflejan en el
lago y también las casas, granjas y capillas.
No parecen hechas por la mano del hombre,
sino surgidas del taller de Dios. Lo mismo
que las montañas y árboles, las nubes y el
cielo azul. Y todo respira belleza y calma…
¿Y allí? ¿Qué es aquello? Un tono discordante
en esta paz. Como una estridencia
innecesaria. En medio de las casas de los
campesinos, que no las hicieron ellos, sino
Dios, hay un chalet. La obra de un arquitecto,
¿bueno o malo? Lo ignoro. Sólo sé que han
desaparecido la paz, la calma y la belleza”.
Y CUARTO: EL TRATAMIENTO IRRESPETUOSO DE LA OBRA ANTIGUA
Los criterios más doctos en tareas de intervención
patrimonial, sostienen que los edificios deberían envejecer dignamente a lo
largo de su período de existencia. Algunos
pensamos que cuando comiencen a fallar sus
estructuras, lo razonable sería que les ayudáramos
a tenerse en pié de la forma más
congruente posible con su pasado; compatibilizando
la convivencia de los nuevos
usos con las arrugas, quemaduras y otros
achaques propios de los siglos que cargan;
lo contrario llevaría al engaño y desvirtuaría
sus valores. Por consiguiente, los
tratamientos de rehabilitación deben de
dejar claro el ciclo evolutivo; épocas de
esplendor, penuria, ruina,…
Es curioso pero, actualmente, en nombre y
con la disculpa de la recuperación histórica,
se vienen cometiendo los mayores atentados
al patrimonio arquitectónico y etnográfico
de los últimos tiempos. Por motivos económicos
y porque los achaques e impertinencia
de la vejez no gustan a cuatro petimetres,
viene imperando una línea de actuación que
recurre a la falsificación y a la reconstrucción,
lo que hace que el trabajo resultante
no merezca el calificativo de rehabilitación,
ya que borra toda huella de su evolución a
través de los siglos.
En Canarias, salvo escasas y honrosas excepciones,
se carece de criterios profesionales
serios y claros para actuar con el patrimonio.
En torno a estas obras ha surgido
un movimiento técnico de verdaderos cirujanos
esteticistas, que atiende a corrientes
populistas y que sólo busca el beneplácito
de los sectores más influyentes de la opinión
popular, aunque ésta carezca de fundamento.
Recurre a soluciones ramplonas
que, dirigidas a estas opiniones indocumentadas,
ahuyente cualquier tipo de crítica que
haga peligrar un nuevo encargo del gobernante
de turno.
Como consecuencia, muchas obras, sobre
todo religiosas, han perdido su rigor histórico
al sufrir el maltrato que supone
anular toda huella producida por el paso del
tiempo, o por acontecimientos desgraciados
que les han llevado a estados de ruina. Se
opta por los tratamientos de estiramiento
de pellejo que pretenden devolver el edificio, de forma engañosa, a una situación a la
que le es imposible retornar. En esta línea
chabacana y poco seria, comprensible entre
quienes no ven más allá de sus narices, se
apesebran un grupo de profesionales, corporativistas
y maquilladores de arrugas, que
sólo buscan el halago fácil, autoerigiéndose
en popes de la restauración.
Otro fenómeno curioso en nuestra tierra,
digno de un estudio sociológico, es el denominado
“turismo rural”, actividad que surge
como respuesta europea al abandono de los
sistemas agrarios por parte de los campesinos.
En un intento de mantener el paisaje asociado
a las tareas agrícola y ganadera, la U.E.
articula fórmulas para posibilitar el complemento
de las rentas del sector primario con
otras procedentes de una pequeña actividad
turística. Con esta finalidad destina importantes
cantidades económicas, para facilitar la
adaptación de las instalaciones rurales a este
nuevo cometido y, además, para la correspondiente
formación de sus propietarios.
En Canarias somos especialistas en reinterpretar,
adaptar y reconducir todo tipo de
preceptos legales que nos afecten, sobre todo
los que posibilitan el cambio de destino de
los potenciales beneficiarios de aportaciones
dinerarias. ¿Conoce Vd. a algún agricultor o
ganadero, de los de callos en las manos, que
se haya aprovechado de esta línea de subvenciones?
¿No se ha preguntado alguna vez
en manos de quién se encuentra el nuevo
negocio del turismo rural en Canarias? Respóndase
Vd. mismo dándose un paseo por
nuestro agro. Claro que, la bosta de vaca, el
olor a hierba fermentada, el estiércol y la
boñiga de cabra dañan la fina pituitaria del
“turismo de calidad” que pretendemos para
nuestro territorio y, como consecuencia, la
oferta tiene que estar a la “noble” altura de
la demanda, lo que “justifica” que estos recursos
económicos sean desviados, por quienes
reparten el grano, hacia el empresariado del
turismo convencional de siempre, que es
el que “entiende de calidad”.
En cuanto a su restauración, tampoco en el
ámbito del turismo rural se emplean métodos
ni técnicas adecuadas para la recuperación
correcta de este patrimonio “pobre”,
ya que, dado su escaso valor monumental,
a nadie parece preocupar, y hasta el operario
más torpe se considera especialista
en las labores propias de restauración de
“las cuatro paredes y el mollero de piedras”
que la conforman. Como técnica
más recurrente se opta, sencillamente, por
la demolición y su reconstrucción posterior;
todo ello con el beneplácito de
quienes tienen la obligación de velar por
mantener este recurso que, aunque pobre
en su concepción individual es enormemente
valioso en su conjunto.
EPÍLOGO O EPITAFIO; COMO USTED LO VEA
Los sistemas para la explotación de los
recursos canarios, venían evolucionando a
lo largo de cinco siglos hasta transformarse
en minifundios productivos, lo que en defi-
nitiva se traduce, según la opinión de unos
pocos entre los que me encuentro, en una
redistribución más justa de la riqueza entre
la población.
La aparición del fenómeno turístico, debido
a las favorables condiciones insulares, ha
hecho que Canarias se convierta en un destino
privilegiado. Inicialmente la actividad
se concentró en pequeñas bolsas de suelo
perfectamente acotadas para este fin, pero
cuando se mezclaron en la coctelera política,
ambición, incompetencia, cortedad de
miras, desinterés, etc. se convirtió en un
problema lo que inicialmente fue una bendición.
Actualmente el fenómeno turístico
se extiende a todo el territorio canario
y, sin embargo, la inercia inicial redistributiva
de rentas ha cambiado de dirección:
se reagrupan intereses con fines inmobiliarios,
concentrando propiedad y riqueza
en unos pocos. Estas operaciones se hacen
con la connivencia de las administraciones
públicas, que avalan este tipo de operaciones
argumentando mejora en la prestación
y calidad de servicios. Esto se traduce, según
la opinión de unos pocos entre los que
me encuentro, en redistribución de miseria
entre la población.
Los representantes del pueblo y los poderes
que cambian las tornas de la historia,
se están convirtiendo en modernos agentes
inmobiliarios; no malgastan sus energías
¿porque no les interesa? en afrontar la situación
seriamente con labores de reciclaje de
los sistemas productivos, ni en preparar a la
población, de la que son supuestos valedores,
para lo que se les avecina. Por si esto
fuera poco, curiosamente tampoco la Iglesia,
reducto del tercer poder de antaño,
quiere perder el tren del desarrollo y, adaptándose
a las nuevas circunstancias, apuesta
por colocar en las vías de la especulación
inmobiliaria las propiedades que les han sido
encomendadas, en custodia, por sus feligreses
difuntos, se supone que para contribuir
a la causa de Jesucristo. Como vemos, en
estas tierras, hasta Dios ha caído en la miserable
mercadería especulativa que le brinda
Lucifer, queriéndose apropiar de lo que le
corresponde al César.
¿Quién es el Dios que tiene ahora la fuerza
moral para empuñar el látigo y echar a estos
modernos mercaderes de su templo?
Al final de la historia, entre todos, habremos
conseguido un particular “modelo de desarrollo
sostenible” para Canarias: la reconversión del verde platanera en el verde golf, la cultura canaria en la cultura canalla, al derbi platanera en el derbi playa,… Y, cautiva
y desarmada la racionalidad por estas tierras,
a por otro nuevo campanazo, a por una
nueva cruzada allende los mares: nos esperan
Cuba, Cabo Verde…, a espichar en sus
playas nuestra querida Strelitzia, cuya simbólica
autenticidad va siendo cada vez mas
coherente con nuestra neocultura; a medida
que pasa el tiempo estoy más convencido
de la clarividencia que tuvo quien eligió
a esta flor como símbolo de “lo nuestro”.
Ironías del destino.
A estas alturas de la película ¿quién cree en
moratorias y otras monsergas? Sigamos en
este tren de vagones convertidos en pequeños
Reinos de Taifas, donde priman los
nuevos canales de distribución de opio para
la plebe en forma de romería y carnaval,
de timple y pandereta; y donde se pierde
más energía en manipular opiniones que en
hacer planteamientos serios de futuro. Total
¡qué más da! Para impedir que se nos vayan
los “guiris” siempre contamos con el recurso
de las señoritas en minifalda, con el trasero
al pairo del Alisio, repartiendo sugerentes
plátanos en los aeropuertos. Aunque los tengamos
que traer de Costa Rica.
En medio de esta jungla ¿vale para algo establecer criterios para la recuperación y
puesta en uso de los valores patrimoniales? ¿qué patrimonio es el que nos va quedando?
¿todavía no nos hemos convencido de que la calidad de la oferta turística que se
busca en estas tierras se mide por el número de agujeros para meter las pelotas?, de
golf. Desgraciadamente, a medida que pasa el tiempo, nos vamos pareciendo más a las
américas que hemos hecho, como los padres se parecen a los hijos, o viceversa; ya todo
en Canarias se está convirtiendo en una chabacana cuestión de pelotas, campanas,…
...y de badajos.
|
|
|