Esa instantánea del tiempo.
Ese principio tan quieto.
Esa gran música de tu silencio.
Ese secreto escondido que sólo
das a los que te comprenden. |
Después del desafío a muerte entre el fuego y el agua, tu forma y tu calor de alquitrán hirviendo apareció como un injerto del infierno.
Tus ríos de charoles negros en luto, y apagados ya sin humos de pastosa y espesa corriente quieta, con su muerte paralizada sin tiempo ni medida.
Tus distribuciones cúbicas desnudas como el blanco destellante de una estrella se salpican por el ámbito de la isla.
Reflejo azul de la palmera sobre el muro blanco junto al dromedario en la paz amasada de cenizas.
Esas hinchazones redondas en tus hornos, como enfermedad endémica, producidas por la fiebre caliente de tu interior, son como las ventosas del viento.
Las inflamaciones que surgen de tu arquitectura son los celos de las burbujas calcinadas del suelo de la isla.
Tus recortadas sombras azules separan los blancos intensos
producidos por la deslumbrante luz de la isla, y los agujeros
con su negra sombra son los ojos múltiples de la arquitectura.
Y esos taladros de ráfagas de ametralladoras de tus viejos muros, para que las palomas de la paz aniden y los pájaros se arropen anunciando la tormenta.
Muros ciegos sin nada, de blancos gastados por el viento, y dedos señalando las distancias de los cielos.
Los patios desiertos encandilados de cal y de sol con su caliente silencio en reposo.
Escaleras de cal y piedra con cielo azul de techo hacen posible una vida continuada barrida por la limpieza de los
alisios del Atlántico.
Prensas de viejas maderas que surgen de las grietas de tus lagares oscilando y exprimiendo el zumo de las vides de sus malvasías.
La belleza del silencio y la paz profunda de Teguise, solamente es rota algunas veces por el sonido acompasado de unos pasos en la gran soledad de sus viejas calles.
Tu arquitectura simple da la espalda ciega al castigo de la prisa de las brisas, y su cara la esconde y cierra, para abrir sus ojos al calor despacio de su soco.
Todas las ermitas de la isla dan la pauta.
Siempre son un ejemplo de adaptación. Pequeño espacio donde, en el más absoluto silencio, se oye la voz del alma.
En su gran sobriedad coloca en su sitio íntimo, al hombre.
Tienen la humildad como el oficio de carpintero de Dios.
La ampulosidad y riqueza de las catedrales no responden a las doctrinas del comienzo del cristianismo, donde aparecen como aplastando la pobreza de los pueblos.
Todas las ermitas de la isla, no quieren llamar la atención, con su pureza de simple geometría de nítida y limpia blancura.
Teguise, el más anciano pueblo de las islas, con su raigambre, con su solera, con su gran belleza de viejas texturas, acostado al pie de su carcomido volcán de Guanapay, en donde al borde de la circunferencia de su cráter se asienta el castillo guardián.
Las cúpulas bizantinas de Lanzarote son el conducto de las humaredas del epicentro de las cocinas del diablo.
Frente a La Bocaina y frente a Fuerteventura se extienden las más hermosas playas de las islas, con sus limpios y blancos pueblos de pescadores.
Las ventanas de miradas escondidas, la máscara donde se guarda la timidez y donde poder observar exhaustivamente todos los sucesos que nadie sabe, pero registrados por el ojo indiscreto y las puertas de entrada a la primera sombra al cobijo del azote de los vientos y refugios de calmas.
Frente a los mares de lava de formas infinitas, el viento mueve las aspas con olor a gofio molido.
En esta última página del libro quiero que quede marcado este esfuerzo testimonial, catalogado como en un inventario, todo el espíritu de Lanzarote. Amasado con la gran experiencia y lucha en esta difícil tierra, por sus gentes.
Que la lección del libro sirva de documento gráfico de lo existente, creando un respeto al quehacer de lo más íntimo de la expresión de este pueblo, para guía futura y como fuente de su gran verdad.
La visión total de la isla como panorámica general, responde a un nuevo concepto, que solamente una pequeña minoría podría comprender.
La misión que tenía que cumplir para un mayor conocimiento de la arquitectura, y de lo que verdaderamente significaba su extraordinario paisaje era ponerlo en evidencia a través de varios procedimientos.
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Meditaba cuál sería el medio y la fórmula más eficaz, para en principio crear un clima de opinión y un ambiente insular propicio y dirigido a la comprensión de todos estos valores tan realmente importantes.
Era necesario a través de la orientación que se tomara de este libro, evitar la destrucción de cada muro viejo, de cada distribución, de cada vivienda en donde el tiempo haya dejado rastro histórico.
Su desaparición borraría para siempre un pasado lleno de sentido y de sabiduría aprendida por experiencia de siglos en observación y necesidad de su clima, de su latitud, de su viento, de su luz y de un increíble paisaje que determinaban un resultado de maneras de hacer, que no se puede improvisar en un corto espacio de tiempo.
El estudio y observación del paisaje, su flora, su agricultura y arquitectura fueron el fundamento básico para el comienzo educativo de los primeros equipos que se formaron a través de la gran colaboración del personal seleccionado por el Cabildo Insular, y que a través de estos pocos años de trabajo con la ayuda de un activo, honesto y ejemplar presidente, José Ramírez Cerdá, que con la clara visión ha sabido llevar a cabo una serie de obras muy importantes que ha colocado a Lanzarote a la cabeza de un prestigio económico y turístico, entre las Islas Canarias.
Textos y fotos de César Manrique. Del libro
Lanzarote arquitectura inédita. San Sebastián, 1974. Reeditado en 1988 por el Cabildo de Lanzarote.
Después del gran esfuerzo de luchas en este corto espacio de tiempo, para crear, planificar y ver cuál sería la línea y el estilo que marcaría definitivamente a esta isla calcinada por más de trescientos volcanes, comenzamos por darle el carácter auténtico de su propia vulcanología, de acentuar su propia y única agricultura, de seguir la trayectoria de la limpia, sobria y elegante arquitectura popular, etc. Aparte de comenzar a exaltar los lugares en donde la naturaleza había creado algo sin comparación posible a nada de las bellezas catalogadas, y que se encontraban en un estado de total degradación, por falta de sensibilidad, educación, cultura, y lo más grave, por ir en contra de sí mismo, aunque esto no lo entenderán nunca1.
Todo lo realizado en la isla por empresas estatales, como las escuelas que deberían haber sido modélicas en el entorno de la isla; la Unelco compañía dependiente del Estado, que ha sembrado de torres metálicas, de tubos de hierro galvanizado, de pantallas espantosas, de cables, produciendo un verdadero destrozo del patrimonio arquitectónico-popular, paisaje, etc., y la Telefónica con
verdaderas hileras de postes horrendos y cabinas de plástico colocadas en los lugares de mayor interés de los pueblos como las instaladas en las fachadas de ermitas coloniales, cuando todo esto adultera y estropea al país entero, sobre todo en las islas cuya economía se basa en la industria del turismo que como atractivo tiene su propio paisaje y el pintoresquismo de sus bellos pueblos.
El deterioro progresivo de la arquitectura popular, es otro de los hechos lamentables que se están produciendo. En 1968 en mi libro inventario de la “Arquitectura inédita”, quise dejar constancia de las líneas a seguir en las nuevas edificaciones que se planeasen en la isla; esto fue entendido por la inmensa mayoría de los habitantes pero fue aprovechado por un ejército variopinto de tour-operadores, empresas de construcción, especuladores variados, y empresas estatales, que llegados de todos los puntos del planeta han masacrado la isla en beneficio propio, convirtiéndola en un gigantesco suburbio turístico.
Creo que hay que potenciar urgentemente las características de cada lugar del planeta, si no, tendremos en el futuro próximo una cultura estándar aburrida y sin posible fantasía de creatividad.
Primero [antes de realizar una intervención en la naturaleza] se analiza su medio, sus fuerzas, sus materiales, para entrar en íntimo conocimiento. De esta manera, el arte hace una acumulación común, uniendo sus fuerzas y creando, por primera vez, como la gran sabiduría del perfecto equilibrio, los secretos unidos del TODO.
Parece imposible que después de la catástrofe que supone el haber alterado casi todo el litoral español, borrando las acusadas características que diferencian cada lugar por la completa falta de adecuación, introduciendo gratuitamente una fría estandarización internacional, no hayamos podido todavía aprender la lección, para rectificar y salvar lo que nos queda.
Nosotros, los nacidos en tu tierra [Lanzarote], los que sabemos de tu magia, de tu sabiduría, de tu importante vulcanología, de tu revolucionaria estética; los que hemos luchado por salvarte de tu sometido olvido histórico y de la pobreza que siempre tuviste, hoy empezamos a temblar de miedo al observar cómo te destruyen y masifican, nos damos cuenta de la impotencia de nuestras denuncias y gritos de socorro, ante la avaricia histérica de los especuladores y la falta de decisión de las autoridades que permiten y a veces estimulan la destrucción irreversible de una isla que podría ser una de las de mayor prestigio y belleza de este planeta.
El primero de nuestros bienes culturales es la naturaleza, es el espacio donde vivimos. Este es nuestro mejor patrimonio, tantas veces destruido y machacado por el torpe egoísmo de unos muchos, sin una visión clara de futuro, desde la insolidaridad y la falta de interés por lo que es de todos3.
César Manrique, “Vale la pena vivir”, en Escrito en el fuego. Edirca, Las Palmas de G.C.,1988. Edición de Lázaro Santana.
César Manrique, “Arte-medio ambiente”, en Escrito en el fuego.Edirca, Las Palmas de G.C.,1988. Edición de Lázaro Santana.
En César Manrique en sus palabras. Fernando Gómez Aguilera, editor. Fundación Cesar Manrique, Lanzarote, 1995.
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