César Manrique:
La cultura de la vida
Introducción y selección: Fernando Gómez Aguilera
Director de Actividades Fundacionales de la Fundación César Manrique.
Las palabras fragmentarias con que César Manrique acompañó sus obras y su activismo público en favor de la conservación del patrimonio natural y cultural de Canarias constituyen una valiosa referencia para entender tanto su hacer como sus presupuestos creativos.
Palabras que conforman un ideario
fuertemente impregnado de pasión y respeto
por el carácter del lugar y por los
valores estéticos, pero también articulado
en torno a una eficiente dimensión pedagógica,
capaz de influir en las conductas y
de crear vínculos comunitarios muy fuertes
con el paisaje y los recursos culturales
propios. Un proyecto público, creativo y
de formación de la conciencia y la sensibilidad
que encuentra en la isla de Lanzarote
en su conjunto su mejor obra, como
consecuencia del anclaje de sus propuestas
en la voluntad colectiva, identificada con
la tierra y la cultura autóctona, hasta el
punto de convertirse en normalizada actitud
anónima de contribución a la construcción
diaria del paisaje insular.
El diálogo con la naturaleza como
espectáculo estético pero también con su
lógica interna ocupa el lugar central del
ideario de César Manrique. La suya es una
acción de la proximidad, la observación, el
afecto sostenido, la entrega, el respeto y la
imitación de los procesos de la naturaleza
(el artista como natura naturans), desde la
posición de un artista contemporáneo que,
lejos de la nostalgia y la repetición casticista,
se inclina por la equilibrada recreación
moderna de lo vernáculo. Arte de
la escucha, pero también arte de la interpretación
frente a la repetición mecánica,
en el que se practica sistemáticamente la
disolución de los límites entre el artificio
construido y el paisaje: paisaje en la arquitectura
y arquitectura en el paisaje. Y, asimismo,
arte del detalle y de la gran escala,
sin paréntesis intermedios.
El proyecto creativo de César Manrique
conforma una singular manifestación,
interdisciplinar y heterogénea, de arte
público: lee y responde al “genio del lugar”
(materiales, artesanía, tipologías, escalas…),
influye en la conciencia social, es un arte
para la vida, asume un significado comunitario,
es capaz de crear iconos de identidad
territorial y está imbuido de valores estéticos.
En un contexto geográfico e histórico
muy marcado por las tensiones de la
economía del turismo, a las que responde,
es el suyo un arte útil, impulsado por asentar
la singularidad frente a los procesos de
intervención y transformación del territorio
que, a instancias del mercado y las
tendencias, crean conglomerados homogéneos
y despersonalizados.
En la atalaya del mito, sus ideas y propuestas
son capaces hoy de desprender una
fuerte energía, de abrir un amplio campo
de posibilidades para construir el paisaje
contemporáneo de las islas. Una lectura
sin fin, muy abierta. No como un vademécum
que conduzca a la degeneración del pastiche, sino como una actitud creativa y de relación con el patrimonio, también como una conducta de compromiso público con la naturaleza, con la cultura y con la vida, como espacio de conciliación entre la dificultad y la felicidad.
|
|
|