Jardín de aclimatación de La Orotava:
un paseo por su historia
Arnoldo Santos Guerra
Jefe de la Unidad de Botánica del Jardín de Aclimatación de La Orotava
Hablar del Jardín de Aclimatación de La Orotava (JAO), es como escribir sobre un ser vivo, mutante a lo largo del tiempo, en sus especies, formas, volúmenes, colores y olores, también en sus estructuras mas sólidas donde la pátina del tiempo ha ido grabando los cambios acontecidos en él, no solo, con el color, los líquenes, sino incluso en sus propias estructuras, ayer afectadas por los terremotos del volcán de Chahorra (1798), mas recientemente modificadas por el envejecimiento de sus viejas construcciones de madera de pino canario, las reformas de un estanque ya obsoleto para la función por la cual se edificó, el nacimiento y muerte de los invernaderos, ya desaparecidos, una pajarera resto de un testimonio zoológico, el ir y venir de sus propios habitantes agazapados por la tranquilidad, protección y alimentos de sus recursos vegetales, sus moradores invisibles (gnomos) que insinuara el surrealista escritor, quizás solo perceptibles por almas especialmente sensibles, sin filtros y barreras en sus ojos. Sólo sus escaleras de pétreo y duro basalto negro, cual libro inmortal, resisten el paso de tantos visitantes, grabando en sus hojas invisibles, superpuestas una a otra, la huella de tantos miles de visitantes, no sólo los considerados ilustres (sabios, naturalistas, artistas,.....) como Ledru, Le Gros, Humboldt y Bonpland, Broussonet, Buch y Smith, Berthelot y Webb,.....sino por otros, tanto o mas destacables, que anónimamente han atravesado sus paredes para sumergirse durante inolvidables ratos en un verde océano con salpicaduras de arco iris, aromas, texturas,.... sólo percibidos por otros seres vivos tan efímeros como ellos o algún centenario ejemplar, vigilantes de la evolución del Jardín bajo la petrificada, dulce e inmutable mirada del VI marqués de Villanueva del Prado, cincelada por C. Zaldívar en 1961.
El interés en crear este jardín botánico podemos conocerlo a través de los escritos originales (fondo de la Casa Nava), conservados en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (RSEAP, sita en La Laguna) y otros archivos (A. General de Indias, Sevilla), relativos a su fundación recogidos en parte por Vicente Rodríguez Garcia en su obra: El Jardín Botánico de Tenerife en el siglo XVIII. Este mismo autor da a conocer, en la colección La Guagua, una breve reseña histórica de las distintas etapas del Jardín hasta 1980. Desgraciadamente, la obra inédita del prolífico A. Cioranescu, acerca de la historia oficial del Jardín de Aclimatación, permanece aun dormida en algún cajón, desde 1988, cuando fue encargada para su publicación, con motivo de los actos llevados a cabo para la celebración del II Centenario del Jardín Botánico como po-pularmente se le conoce.
Los primeros pasos: Etapa del marqués. Su fundación y ubicación.
Situado en el Puerto de La Cruz, antiguo Puerto de La Orotava, Municipio del Puerto de La Cruz (Tenerife), el JAO es el segundo en antigüedad de los jardines botánicos actualmente existentes en España, después del Real Jardín Botánico de Madrid. Ambos fueron fruto de las actividades desarrolladas bajo el reinado de Carlos III, durante la llamada Ilustración o Siglo de las Luces. La Real Orden para el establecimiento del Jardín del Rey fue firmada en el Palacio de La Granja, Real Sitio de San Ildefonso (Segovia), el 17 de agosto de 1788, siendo ministro de Gracia y Justicia Antonio Porlier Sopranis, como resultado de las gestiones llevadas a cabo por don Alonso de Nava y Grimón (1757-1832), apoyado por dicho ministro, tío abuelo suyo, en la que se hace mención de los deseos de la Corona de “contar con un lugar donde poder sembrar las plantas de mayor interés existentes en las colonias de Filipinas y América, tratando de conseguir su aclimatación a condiciones mas frías que permitieran su posterior traslado a Madrid y los jardines reales de Aranjuez”. Pocos meses después moría Carlos III de forma que la Memoria y plano elaborados, remitidos por el marqués a la Corte “deseosa de recibir el proyecto”, en 1790, para la construcción y desarrollo del Jardín fue aprobada por su sucesor Carlos IV, en Enero de 1791, año en el que ya comenzaba a ser una realidad.
El marqués se pone al frente de los deseos de la Corona y lleva a cabo todo lo que considera necesario para su puesta en funcionamiento: ensayos de germinación preliminares desde 1788 en diferentes lugares de La Laguna, Santa Ursula y Valle de La Orotava, elección del terreno (finalmente donado por don Francisco Bautista de Lugo y Saavedra, Señor de Fuerteventura), abastecimiento de agua (cedida por la Muy Noble Junta de los Caballeros del Agua de La Orotava), recibo de semillas, búsqueda de arquitecto y jardinero, cargando además con la financiación, casi total, de los gastos del proyecto y su puesta en marcha, desde su fundación hasta su muerte a pesar de que, desde 1826, ya el jardín pasó a depender de la RSEAP, que le pide al fundador y primer director no abandone la dirección del establecimiento, cosa que hace continuando con su desinteresado altruismo.
Para el desarrollo del mismo pidió colaboración, entre otros, al prolífico Viera y Clavijo, que ya conociera por su participación en las tertulias de su casa paterna, hoy Palacio de Nava, a la que respondió el ilustrado en los siguientes términos: “Poseo, a la verdad, algunos rudimentos de la botánica especulativa, y con mi Linneo y mi Le Mare suelo deslindar la genealogía de las plantas en vista de su fructificación;...Linneo...., puede usted hacer venir la traducción castellana de sus obras, que acaba de publicar mi amigo don Antonio Palau. En la Enciclopedia antigua se encuentran también varios artículos que pudieran serle útiles...” .
El marqués solicitó los servicios del notable arquitecto lagunero coetáneo de J. Viera y Clavijo, Diego Nicolás Eduardo, que se hallaba incorporado a la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. En ella se encuentran algunos de los planos elaborados para la construcción del Jardín, incluyendo el diseño actual y el proyectado palacete neoclásico para su cabecera norte, futura residencia del marqués, que nunca llegó a construirse. El marqués nombra, en la documentación existente, la colaboración de un aficionado de Santa Cruz, refiriéndose quizás a Amat de Tortosa que había contribuido al diseño de la Alameda de la Marina, ya desaparecida, lo que se deduce al comparar la similitud de las estructuras que delimitaban dichos recintos.
El JAO queda configurado en sus albores como un terreno aislado, independiente, en la zona de los Llanos de La Paz-Durazno, un tanto al sur de los aislados monumentos de la ermita de San Amaro y la casa Cologán, famosa “parada y fonda” de tantos ilustres visitantes durante los siglos XVIII y XIX, tal y como se ve en un curioso plano-croquis de Miguel Maffiote (1839).
Aparte de la finalidad, científicamente poco objetiva de aclimatar especies tropicales y al mismo tiempo que va surgiendo un interés internacional por el Jardín, también aparecen diversos problemas derivados de cambios políticos y las promesas incumplidas de la Corona así como los derivados de la dirección y mantenimiento del establecimiento, lo que hace que don Alonso se dirija a la Corte, en 1804, exponiéndole que: “Si este mal no se remedia y se envía aquí un verdadero profesor de botánica jamás el jardín de Tenerife corresponderá al objeto de su fundación y las esperanzas que este presenta en las proporciones mas felices de situación, clima...”. Los intentos del fundador para mejorar la situación le llevaron a solicitar los servicios de Sabino Berthelot en 1826, durante su primera estancia en Tenerife, hasta 1830. Hizo una introducción de árboles canarios, la mayoría de los cuales parece que habían desaparecido cuando publicó un artículo acerca del establecimiento, en 1862.
Años de incertidumbres: los periodos intermedios
Aunque la Junta de Protección del Museo de Ciencias Naturales de Madrid opina, en 1832, que debe de trasladarse de sitio, el Jardín pasa a depender totalmente de la RSEAP, que encarga su dirección a diversos personajes ligados a dicha institución, los cuales buscan a su vez inspectores para su control, vigilancia y mantenimiento. Entre ellos se halla Alfred Diston, cuyo papel ha sido poco conocido y valorado de acuerdo a las investigaciones de M. de Paz, y M. Ossuna que ejerce a veces de director y emite un informe del JAO en 1834. Los diarios de Diston con posible información al respecto aun permanecen inéditos en manos familiares. Además, también realizó algunas curiosas acuarelas de diversos aspectos (interiores y exteriores del JAO), al igual que otros artistas que dejaron plasmadas en su obra gráfica distintos rincones del mismo. En varios libros de viajeros, naturalistas o botánicos se hallan curiosos grabados, láminas, dibujos o acuarelas como los de J.J. Williams o Ella Ducane. Esta documentación se realza con cuadros de diversos pintores (M. North, M. Cossio,..) y se incrementa con el uso de la fotografía en la que destacan las realizadas por Marcos Baeza (s. XIX-XX).
Las necesidades de un jardinero se solventan con el nombramiento, el 27 julio de 1835, de Miguel Dugour (ejerció, en distintos periodos, al menos hasta 1860) a propuesta de Ossuna. Las desavenencias entre Gobierno Civil, que había tomado el cargo de cuidar el JAO por Real Disposición desde 1850, y dicho jardinero motivaron la realización de varios inventarios que ponen de manifiesto el escaso patrimonio del mismo. Se produce una lenta pero progresiva decadencia en gran parte motivada por la nefasta y ¿caprichosa? actuación del Gobierno Civil culminando con el arrendamiento a don José Bethencourt y Castro que lo hace para salvarlo de la ruina total. Durante esta época son numerosos los comentarios, respecto al abandono del mismo, de numerosos viajeros que pasan por sus instalaciones dando pie, incluso, a la aparición de pasquines callejeros.
Dichas anomalías no cesan hasta que, a partir de 1856, se producen diversos cambios de directores o encargados de la Institución, entre ellos, Nicolás Benítez de Lugo. En este nuevo periodo se lleva a cabo la destrucción del pabellón de recreo cuya construcción se había iniciado por orden del Gobierno Civil y se resuelven los problemas de jardinería con la incorporación, el 15 de Agosto de 1860, como jardinero interino, de Herman Wildpret marcando una inflexión en el desarrollo de la institución y especialmente en lo que se refiere al mantenimiento y engrandecimiento de las colecciones, colaborando con N. Benítez de Lugo para la redacción del catálogo de 1879. Su dedicación fue alabada por diversos visitantes pero, en 1894, el jardinero tiene que abandonar el recinto ya que se le propone nombrarle director previa re-nuncia a su nacionalidad (Suiza), cosa que no acepta.
Después de depender de diversos ingenieros agrónomos particulares, desde 1889 a 1905, comienza una nueva etapa, bajo la supervisión de la Cámara Oficial Agrícola de La Orotava desde 1906, contando con una pequeña dotación gubernamental que permite llevar a cabo algunas reformas que incluyen mejoras en el sistema de riego y en la conducción del agua desde La Orotava. Además, se desarrolla el proyecto de restauración de la fachada Oeste, trabajos que incluyen la sustitución de la cerca de madera por otra de hierro, la modificación de las pilastras con remates de jarrones y la construcción de una puerta monumental que sirvió de entrada principal hasta que, en 1983, tuvo lugar la re modelación de la fachada norte.
Durante estos últimos periodos aparecen algunos interesantes artículos relativos al JAO como el de S. Berthelot, en 1862, “Essences forestieres de Canaries et la reórganisation du Jardín de Áclimatation d´Orotava” en el cual, recomienda entre otras actividades: “Colocar a la cabeza del establecimiento un director capaz de (...) fijar un presupuesto para los tres primeros años, afectando a los trabajos de expansión y de la instalación...”. Otra publicación se debe a don Ramón Masferrer y Arquimbau, farmacéutico militar, que lo había visitado durante los años 1878-79, consultando información diversa, incluida la de H. Wildpret que, además, le acompaña e ilustra en el detallado recorrido que nos describe. De una de sus publicaciones entresacamos algunos párrafos relativos a los datos aportados “... para que pudiesen ser publicados y añadirles un proyecto de reforma de aquel establecimiento, digno de mejor suerte de la que ha tenido desde su fundación hasta nuestros días, (...) y haremos constar el lamentable abandono en que siempre se le ha tenido por parte del Gobierno, que si lo hubiese fomentado habría prestado grandes servicios a la agricultura de Canarias y aun de la Península, como también a la ciencia Botánica”.
Finalizada la supervisión por la Cámara O. Agrícola pasa a estar dirigido, desde Madrid, por el Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas y mas tarde, aún dentro del mismo organismo, por su Centro Regional de Investigación y Desarrollo Agrario (CRIDA 11), establecido en Canarias, dependiente de dicha institución ya convertida en Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA). Una vez constituidas las comunidades autónomas, el JAO se transfiere al Gobierno Autónomo de Canarias quedando asignado al CITA (Centro de Investigación y Tecnología Agraria, nueva denominación del CRIDA 11), actualmente Instituto Cana-rio de Investigaciones Agrarias (ICIA), Organismo Autónomo dependiente de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, como sección adscrita al mismo. Este errático y no siempre afortunado discurrir ha hecho que el JAO aun no cuente con una estructura de dirección consolidada, lo que ha motivado un lamentable estancamiento en su desarrollo.
Desde los comienzos de su puesta en marcha, el jardín se convirtió en un punto de atracción para todos aquellos visitantes que por diversas razones, comerciales, científicas o “turísticas” se acercaban a la Isla, y sus testimonios nos ayudan, en muchos casos, a comprender su paradójica historia. El papel que el Jardín Botánico ha jugado, en el mundo de la cultura canaria ha sido importante, bien como testigo mudo y lugar de paso de ilustres visitantes desde fines del s. XVIII o como protagonista en la investigación agraria y botánica, así como diversas actividades de la vida pública.
La primera de la visitas importantes, de las que tenemos testimonios, están relacionadas con la expedición, en 1796, del capitán francés Baudin cuando tuvo que recalar en Tenerife por los desastres sufridos en su nave en un terrible temporal entre Azores y Madera. Debido a ello, algunos miembros de la expedición tuvieron ocasión de trabajar en la Isla recolectando materiales, como el naturalista Riedlé, y principalmente
P. Ledru el cual no solamente herborizó y nos dejó un curioso relato de ella, sino que trabajó directamente en el jardín botánico realizando un catálogo de las plantas existentes en el mismo y, además, junto con el dibujante Le Gros, miembro igualmente de la expedición, que permaneció en Tenerife, trazó sobre el terreno, en los cuatro rectángulos mayores distribuidos en torno al estanque central, la delimitación de las 24 clases del Sistema de clasificación botánica de Linneo según un esquema-plano que hoy podemos admirar gracias a los documentos existentes en los archivos de Álvarez Rixo. Por diversas circunstancias, esa delimitación, se perdió en el tiempo y en la actualidad no existe ningún tipo de ordenación científica en las colecciones del jardín.
Cuando el 20 de Junio de 1799, Humboldt llega al Jardín, se encuentra con Le Gros que hace de guía para la subida al Teide (camino que ya había recorrido varias veces). Alaba la generosidad del marqués respecto al JAO y considera instruido, en contra de la opinión del marqués, al jardinero escocés (C. Mac Manur), discípulo de Aiton que también subió al Teide. Aunque encuentra poca diversidad, cita diversas especies cultivadas en él. Esta transición al siglo XIX está marcada, asimismo, por la llegada a Tenerife, donde realiza importantes investigaciones botánicas, del cónsul francés P. M. Auguste Broussonet, que según el marqués le acompañó en una visita al JAO. No menos importantes han sido el paso de personajes ligados al mundo del turismo, aristocracia, ciencia, arte, poesía y literatura. Por mencionar algunos podemos incluir al rey Alfonso XIII (1906) o el escritor surrealista francés A. Bretón que en su obra “El amor loco” (1937) nos deja una serie de párrafos inspirados en su visita al jardín, en 1935, donde le acompaña el jardinero Bolinaga, incorporado al mismo desde 1909: “Me gusta que sea el drago, en su inmovilidad perfecta, el drago falsamente dormido, el que se alce en el umbral del palacio de follajes que es el jardín climatológico de la Orotava, resuelto a defender la realidad eterna de todos lo cuentos,....”.
Este peregrinaje científico y “turístico” se continúa en la primera mitad del s. XX para culminar con la llegada, en 1943, de E. Sventenius, primer investigador que queda ligado de forma permanente al jardín y a la investigación botánica en las Islas durante 30 años, 28 de ellos residiendo en el Puerto de La Cruz, en diversos hoteles y a partir de los años 50 en el propio Jardín Botánico. Sus labores estaban relacionadas con la investigación de la flora canaria y a la formación de un excelente herbario (ORT), fruto de sus herborizaciones por todo el archipiélago canario, pero visitando también los de Madera, Salvajes y Cabo Verde, que cuenta con una colección de mas de 30.000 ejemplares y varios miles de duplicados, imprescindible para los trabajos que ahora se realizan sobre la flora macaronésica. Sventenius, además, interviene activamente para intentar construir un Jardín Canario en las laderas de Martiánez, del Puerto de La Cruz, proyecto que no recibió el apoyo de las autoridades insulares correspondientes y además, llega a realizar un boceto de la futura ampliación del JAO en los terrenos ya adquiridos para tal fin. Gracias a su interés se conserva una curiosa biblioteca, escasa en volúmenes, pero importante en el contenido, especialmente en aquellas obras relacionadas con la botánica canaria y en particular un ejemplar de la Historia Natural de las Islas Canarias, que según don Bello y Espinosa perteneció al propio Berthelot.
El Jardín en la actualidad
La falta de un director, dedicado exclusivamente a la gestión, control y potenciación del Jardín, ha sido y continúa siendo en la actualidad, uno de los mayores obstáculos para el pleno desarrollo del mismo. Su misión ha sido en parte llevada a cabo, durante casi 200 años y hasta fechas recientes, por diversos jardineros que han pasado, con mayor o peor fortuna, por el jardín.
Hoy en día el Jardín Botánico se halla en un importante momento de su historia, motivado por la restauración del recinto histórico (2 Ha) y una ampliación que incluye edificio de administración (en dos plantas), zona de apoyo (1 Ha) para mantenimiento de colecciones, propagación y estación meteorológica. Cuenta además con un área de 30.000 m2 para su expansión y uso público, con obras iniciadas en 1988 pendientes aún de finalizar, que estarán adosadas a la cara sur del recinto histórico. Esta nueva superficie, dedicada en su mayoría a flora neotropical, contará además con una representación de la flora característica del Valle de La Orotava, umbráculos, colección de palmeras y suculentas, así como un edificio para visitantes, del cual ha carecido hasta la actualidad y que permitirá desarrollar en él diversas actividades culturales, todo ello combinado con espacios abiertos donde el agua jugará un papel importante. Dichos espacios se hallan complementados con un edificio de investigación, ya terminado, gemelo del de administración que, además de sus laboratorios y despachos, incluye un sótano donde se halla instalado el fondo bibliográfico antiguo, el herbario con las colecciones de E. Sventenius así como un Banco de Germoplasma listo para entrar en funcionamiento.
El Jardín posee un rico patrimonio vegetal, iniciado desde fines del siglo XVIII. Sin embargo, la carencia de registros históricos completos desde los inicios de su fundación, no nos permiten saber con exactitud la edad de los ejemplares más antiguos y su procedencia, pero son diversas las especies que superan los 150 años de antigüedad, Santo Domingo (Mammea americana), de temprana introducción en el archipiélago, algunas longevas Araucaria o un viejo ejemplar de pino canario (Pinus canariensis). Colecciones de palmeras (mas de 150 especies diferentes), Bromeliáceas, Cactáceas o Moráceas, se hallan bien representadas, así como diversos ejemplares de especies de interés económico (alcanfor, palmera de aceite y del marfil, árbol del caucho,...) o científico (Cicadáceas, Ginko,...) provenientes de todos los continentes, en una colección que supera actualmente los 2500 ejemplares, bajo control informático.
Recibe un promedio de visitantes, en los últimos años, próximo a los 400.000, de los cuales alrededor de 15.000 son escolares del Archipiélago o de otras comunidades autónomas. Por este motivo, han sido editados hace pocos años 5 videos sobre la historia y el uso pedagógico del jardín fruto de las relaciones temporales, actualmente interrumpidas, del mismo con la Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, si bien el jardín está necesitado de un personal fijo para desarrollar estas y otras actividades de educación y divulgación.
Entre sus funciones está el mantenimiento y conservación de la Hijuela del Jardín Botánico ubicada en el centro de La Orotava, junto a la trasera del Ayuntamiento, pequeño y curioso espacio ajardinado con algo más de un siglo de existencia que cuenta, entre otros notables ejemplares con un bello y probablemente ya centenario, ejemplar de drago (Dracaena draco).
El Futuro
Desde los primeros momentos de su historia la mayor parte de visitantes, dedicados o no a actividades científicas, coinciden en elogiar las posibilidades de desarrollo del Jardín Botánico. Pero critican siempre la dejadez de las “autoridades” y la necesidad de llevar a cabo remodelaciones, insistiendo siempre en el objetivo de que cuente con un director cualificado que se ocupe directamente del Jardín, aspectos aún no solucionados y que han hipotecado, sin ninguna duda, el desarrollo y la proyección tanto nacional como internacional del mismo, dejándolo sumido en un dulce y romántico letargo del que no termina de salir, de forma que si bien el embrujo de sus variadas colecciones nos llama la atención y nos sorprende por su diversidad, la falta de otras actividades tanto científicas como culturales o informativas, siguen constituyendo una carencia notable para una valoración más positiva del mismo. A pesar de los esfuerzos esporádicos que se han venido haciendo en los últimos años para dotarlo de una infraestructura adecuada a su mantenimiento y para la investigación-divulgación, debe completarse con una plantilla mínima para ambas tareas, que permitan un mejor uso de las colecciones públicas y privadas así como poner en funcionamiento los tres laboratorios de investigación, desarrollar el banco de germoplasma e informatizar las colecciones de su herbario, para una buena puesta a disposición del público, al igual que su pequeña pero interesante biblioteca.
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Las necesidades del Jardín, además
de acelerar su proyecto de ampliación, solicitado ya desde hace mas de siglo y
medio, siguen siendo fundamentalmente las mismas que han comentado Humboldt,
Berthelot, Masferrer, Sventenius... y tanto otros notables personajes que han
dejado su huella en el aire que se respira entre sus paseos, en los centenarios
troncos que adornan sus cuarteles (higueras, mamey, pino canario, palmeras
centenarias, araucarias,....) como pasquines que lanzan su mensaje al viento:
¿hasta cuando? Por ello se hace imprescindible un decidido apoyo por parte de
sus responsables gubernamentales, máxime cuando se habla tanto, en la
actualidad, de contar con recursos turísticos de calidad mientras se tienen
arrinconadas joyas preñadas de historia y valores dignos de potenciar
adecuadamente como es este inigualable rincón, pieza emblemática en el quehacer
científico y cultural del Archipiélago.