Rincones del Atlántico


Parque Nacional de Garajonay

Una selva entre brumas



POCOS ESCENARIOS SUPERAN A LA GRANDIOSIDAD DE LA ISLA DE LA GOMERA: PROFUNDOS BARRANCOS, BOSQUES SOLITARIOS ENVUELTOS ENTRE NUBES, GIGANTESCOS ROQUES, PINTORESCOS POBLADOS PERDIDOS ENTRE MONTAÑAS, Y UNA FAUNA Y FLORA ÚNICA HECHIZAN A QUIEN LA VISITA.


La Gomera es un lugar mágico, donde la belleza de sus paisajes armoniza con el sosiego de sus habitantes, un lugar donde parece sentirse aún el murmullo de antiguas leyendas cuando la isla era parada obligada en la ruta hacia el Nuevo Mundo. Pocos escenarios superan a la grandiosidad de esta isla: profundos barrancos, bosques solitarios envueltos entre nubes, gigantescos roques, pintorescos poblados perdidos entre montañas, y una fauna y flora única hechizan a quien la visita.

La Gomera surgió del fondo del océano Atlántico hace millones de años. La ausencia de erupciones volcánicas recientes y el implacable proceso erosivo ha seccionado montañas y ha dejado un paisaje plagado de impresionantes cañones que se funden con el mar. Pero ha sido un conocido fenómeno ecológico en Canarias “los vientos alisios cargados de humedad” el principal responsable de mantener viva hasta nuestros días a una auténtica reliquia del Terciario, la laurisilva; un bosque encantado, símbolo de la isla, que reposa en las cumbres centrales, un territorio declarado Parque Nacional en 1981 y Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1986.

Las 3.984 hectáreas del Parque Nacional de Garajonay atesoran gran parte de los más prodigiosos valores naturales de La Gomera. Como ya hemos comentado la existencia de este Parque y de su extraordinaria biodiversidad se debe, en gran medida, a la influencia de los vientos alisios, que tras un largo recorrido descargan la humedad en forma de lluvia en las laderas más orientadas al norte, convirtiendo el bosque en un rico acuífero. Pero no sólo las descargas de lluvias contribuyen a crear un bosque tan húmedo y peculiar; la denominada lluvia horizontal (capacidad de los árboles de condensar la casi permanente neblina) aporta una considerable cantidad de agua adicional, llegando incluso a los 125 litros por m2 anuales. Este simple dato refleja la importancia que tiene la masa boscosa en el archipiélago, contribuyendo, no sólo en evitar la desertización y erosión del suelo, sino en regenerar los acuíferos. El Parque Nacional, aunque dominado por laurisilva alberga también una importante representación de otros hábitats, especialmente rupícolas (zona rocosa) y acuícolas (arroyos). Gran parte de este espacio natural ocupa la meseta central, coronada por el Alto de Garajonay y delimitado por acantilados, del que parten los grandes barrancos de la isla. La meseta donde se asienta se ha formado por el apilamiento en capas horizontales de grandes coladas basálticas de aproximadamente 5 millones de años. La historia geológica del parque ha quedado reflejada en su semblante. La erosión ha dejado al descubierto los diques por donde en otras épocas fluyó la lava. Los Roques de Ojila, La Zarcita o Agando son prueba de un pasado de intensa actividad volcánica. Todo el Parque despliega formidables panorámicas desde los numerosos miradores, pero es desde el Alto de Garajonay donde se percibe toda su magnitud, con el resto de las islas como telón de fondo.

VIDA VEGETAL

La diversidad vegetal de Garajonay es extraordinaria, no sólo por dar cobijo a más de 400 especies, sino porque muchas de éstas son endemismos canarios o gomeros, algunos incluso exclusivos del Parque. Especial protagonismo adquieren los árboles de gran porte. El laurel (Laurus azorica), la faya (Myrica faya), el brezo (Erica arborea), el barbusano (Apollonias barbusana), el follao (Viburnum rigidum), el aderno (Heberdenia excelsa), el til (Ocotea foetens) o el viñátigo (Persea indica) abrazan a una no menos interesante representación de helechos, líquenes, musgos, hongos, hierbas y arbustos.

La doradilla negra (Asplenium onopteris), el helecho macho (Dryopteris oligodonta), la zarzaparrilla (Smilax canariensis), el patagallo (Geranium canariensis), la morgallana (Ranunculus cartusifolius) o la reina de monte (Ixanthus viscosus) engalanan el bosque.

VIDA ANIMAL

Aunque la flora sea la reina en Garajonay, el aislamiento durante millones de años ha dado refugio a una no menos interesante representación animal. Con cerca de 1000 especies de invertebrados, la mayoría endémicas, y 38 vertebrados convierte a este pequeño territorio en un patrimonio natural de incalculable valor científico.

La delicada hojarasca y los troncos retorcidos de esta paleoflora viviente da cobijo a todo un universo de biodiversidad; pequeños invertebrados que han protagonizado uno de los procesos evolutivos más extraordinarios que se conocen. Insectos y arácnidos destacan por el elevado número de especies (el 91’5%) y alta tasa de endemismos. Le sigue en importancia los moluscos gasterópodos, las conocidas babosas, auténticos tesoros entomológicos, donde el 85% son endemicos del Parque, un privilegio difícil de superar. En primavera las plantas pletóricas de flores constituyen un irresistible maná para las mariposas diurnas, como la cleopatra canaria (Gonepteryx cleobule), la vanesa canaria (Vanessa vulcania) o la maculada de canarias (Pararge xiphioides). Aunque menos llamativas, las mariposas nocturnas destacan por su abundancia y exclusividad, lepidópteros, algunos de ellos auténticas reliquias, que se nutren, por lo general, de plantas endémicas de Canarias.

Si bien los insectos tienen el privilegio de haber alcanzado los niveles más altos de diversidad y abundancia, son las aves las que saltan a primera vista. La paloma turqué (Columba bollii) y la paloma rabiche (Columba junoniae) gozan del título de ser las joyas indiscutibles de este parque. Descendientes de una ancestral paloma, han quedado aisladas durante millones de años en los límites de la laurisilva, haciendo posible el milagro de convertirse en especies únicas en el mundo. Pero al menos otras 26 especies de aves encuentran también refugio en esta selva: mosquitero canario (Phylloscopus collybita), herrerillo común (Parus caeruleus), pinzón vulgar (Fringilla coelebs), petirrojo (Erithacus rubecula) o curruca capirotada (Sylvia atricapilla) otorgan a la laurisilva un pequeño toque de color y alegría.

Los mamíferos, reptiles y anfibios no alcanzan en Garajonay los niveles de diversidad que poseen otros grupos animales. Únicamente diez especies forman parte de este escenario, siendo los murciélagos los más interesantes desde el punto de vista zoológico. Garajonay es un edén para el murciélago de bosque (Barbastella barbastellus), murciélago de Madeira (Pipistrellus maderensis) o murciélago rabudo (Tadarida teniotis).

GARAJONAY Y EL HOMBRE

En La Gomera el hombre ha sabido convivir con el Parque en perfecta simbiosis. Las actividades y usos tradicionales han sido casi siempre compatibles con la conservación. Este territorio de extraordinaria riqueza natural es hoy día uno de los principales atractivos turísticos del archipiélago. El objetivo de sus gestores ha sido conjugar la conservación del Parque con el desarrollo sostenible de la Isla; un Parque Nacional tan ligado a la vida del gomero que difícilmente podemos imaginarnos a Garajonay sin hablar de la ínsula que lo alberga. La alfarería tradicional, la arquitectura rural, el folklore musical, la artesanía de la madera, la cocina gomera y el ancestral silbo forma parte indisoluble de este fabuloso espacio natural.

Garajonay es un lugar único, un territorio de excepcional riqueza biológica y paisajística, capaz de sorprender al visitante, un legado que se encuentra en delicado equilibrio, pero el que por suerte podrán heredar las generaciones futuras.

José Manuel Moreno - Biólogo

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