Es una señal evidente de cultura fomentar el amor a los árboles. La
arboricultura es una poderosa fuente de riqueza de los pueblos, pues
no solamente modifica sus condiciones climatológicas sino que, bien
reglamentados sus aprovechamientos, proporcionan ingresos de consideración
a las colectividades que saben protegerla.
Solamente a un incomprensible abandono puede atribuirse el que
nuestras carreteras no se hallen engalanadas por filas de esbeltos y
variados árboles. Unicamente en la roca viva dejarán de prosperar,
porque aún en aquellos sitios donde existe una grieta en la cual
puedan penetrar las raíces, allí, entre escorias calcinadas por el volcán,
el árbol encuentra un lugar para vivir, sobre todo el pino de nuestras
Islas, tan poco exigente en terrenos y tan agradecido a las inclemencias
de la naturaleza. Lo que hace falta es que el abandono desaparezca
y se imponga la buena voluntad, que con ella se demuestra el verdadero
patriotismo.
¡Dicen que hay árboles perjudiciales! ¡Que no convienen a nuestras Islas! ¡Ninguno!
Cuando contemplo esas costas calcinadas
por el sol, sedientas y tristes, con la
soledad del desierto, y miro tanta montaña
sin vegetación, tantas lomas peladas,
desfiladeros y barrancos que llevan
el espanto a nuestro ánimo; cuando
veo tanta desolación y tanta ruina, no
concibo que se pueda decir que haya
árboles que puedan perjudicar la repoblación
de esos terrenos que, la inconsciencia,
la desenfrenada ambición y el
hacha criminal del talador, despojaron
de su belleza y hermosura. Lo que
se necesita es que haya hombres que
haciéndose cargo y convenciéndose de
que esa repoblación es una imperiosa
necesidad de nuestros tiempos, planten
árboles, muchos árboles, para que nuestras
Islas recobren la hermosura y el
esplendor de los tiempos pasados. No
hay que sembrar recelos ni incertidumbres cuando la patria exige la
colaboración de todos para su bienestar y engrandecimiento.
A. Lugo y Massieu
Cualquier clase de terreno es generalmente a propósito para criar
toda clase de árboles; pero sabiendo aplicar a cada planta la clase de
terreno y clima que necesita para crecer y desarrollarse en las debidas
condiciones. No hay terreno, por árido, pedregoso o ingrato que sea,
que no pueda producir árboles si a estos se les planta y atiende en
las debidas y necesarias condiciones; lo que falta es afición e inteligencia;
lo que sobran son elementos, ya los que nos presta nuestra
madre Naturaleza, o bien los de que podemos disponer los hombres
de buena voluntad.
Mariano Gajón
El árbol es la prosa y es la poesía; nos da el alimento más exquisito,
mas sano y beneficioso para el organismo, y en los días de calor
insoportable y de intenso aburrimiento, ¡cuanta apacibilidad, frescura
e íntima satisfacción - la alegría del vivir - producen sus ramas
frondosas y dulcemente protectoras! El árbol reconcilia con la vida
hasta a los más desesperados. Y cuando muere el árbol, como
cuando cae el hombre, víctima del fracaso o de la adversidad, aun
hace bien, porque de uno y de otro hace leña la humanidad…
Francisco Bethencourt
El plantar un árbol manifiesta una aspiración generosa y benéfica.
Muchos motivos tenemos para considerarlo benéfico y generoso,
porque al plantar no solo pensamos en nosotros mismos, sino también
en los que vendrán, tan lento es el crecimiento de muchos árboles,
que el plantador no alcanza a gozar de su agradable sombra. No sólo
debemos mirar por nosotros, sino también por una multitud de seres,
en cuyas vidas nuestros actos van a repercutir tarde o temprano.
Alberto Nin Frias
Niños: Tened en cuenta que cuando
plantáis y cuidáis un arbolito, no hacéis
mas que trabajar para el mañana. El
árbol atraerá la lluvia sobre los campos
de vuestro pueblo, embellecerá las campiñas
hoy de aspecto tan desolador, en
las primaveras se llenarán de flores y de
aromas que recreen vuestros sentidos y
cuando seáis viejos, aparte del orgullo
de haberles dado vida, encontraréis su
sombra protectora cuando salgáis a desentumecer
vuestros miembros ateridos
por el frío de los años.
J. Galán Hernández
Los árboles me enseñaron el saber. Al
contemplarles, al meditar oyendo el
rumor de su follaje, he adquirido el sentido
de la Belleza. Me esfuerzo en dar a
mis poemas un ritmo parecido al de las
ramas moviéndose. Si otra existencia he
de conocer, desearía que fuese ella en
forma de abedul…La esbelta gracia de
su tronco, las eólicas palabras que murmura su frondosidad parecen
superiorizarse a humanas proporciones, las más elegantes, y a los discursos
más elocuentes. La vida la creó un tejido de ilusiones…; mas
ninguna ilusión vale como las que me proporcionan mis padres los
Árboles.
Adolphe Betté
¡Qué horas tan agradables son aquellas en que el hombre en la soledad
de los campos entra en su propio corazón para buscar en él los
destellos de la verdad! ¡Qué delicia es retirarse a un elevado peñasco,
después de haber sido juguete de las olas del mar de la vida, para considerar
desde allí con ojo tranquilo los frecuentes naufragios que en
él ocurren! Las miserias de la humanidad desaparecen en tal instante
de su vista, y la augusta verdad llena su corazón de inefable alegría.
Unicamente en esos momentos y en los que preceden a la muerte, el
hombre comprende lo que es sobre la tierra, y lo que la tierra es para él.
N.N.M.
EL LABRADOR
(…)Todos miran al labrador como un paria de la sociedad; como un ser
esclavo de la tierra, dicen los que se precian de cultos. ¿Pues qué soy yo?
¿Qué somos todos? ¡Libres! ¿Libres? Pregunto yo con sorna; libres en
esta sociedad que llamamos civilizada, llena de exigencias ridículas. Más
y verdaderamente libres lo son ellos, pues para éstos con sus plantas no
existen las hipocresías.
Amemos a las plantas; amemos a los árboles, que conozcan los que nos
rodean este amor, que es el más grande de los amores terrenos, pues
nuestros desvelos los paga con sus frutos, con sus maderas finas, con las
lluvias que atraen los bosques, con los aires puros de los pinares. Restablezcamos
la agonizante fiesta del árbol. Inculquemos en el corazón
de los niños, el amor a las plantas y los árboles, el cariño a ese hombre
curtido por el sol, que se llama labrador. Y
estas almas jóvenes, tendrán después para
los que inculquemos en ellas este amor,
respeto y veneración; como yo lo tengo
para aquel Maestro de grato recuerdo,
al cual rindo culto desde estas pobres
líneas(…)
Jesús Roselló y Romero
EL ELOGIO AL ÁRBOL
Yo quisiera cantarte como te mereces
árbol querido. Quisiera dedicarte las más
gratas, las más fluidas, las más sincerísimas
estrofas de mi admiración.
Te han dejado en el olvido los que no
saben de la influencia de tus hojas, ni del
bien de tus raíces, ni del sabor de tus
frutos, ni del cobijo de tu espesura, ni del
riego que fluye super abundante del verde
florecer de tu enramada.
Te desprecian los que nunca supieron de
la paz del campo a tu cobijo; ni nunca se
guarecieron a tu sombra en los días tempestuosos;
ni sestearon bajos tus ramas en
los días encendidos del estío; ni echados
junto a ti, sobre el heno recién segado,
supieron del perfume campestre, ni de la
alegría de sentirse sanos(…)
(…)Serás para mi como un templo, donde admiraré la obra de maravilla
del Creador, y a tu cobijo entonaré laudes a la gran obra de la Naturaleza,
y bajo tus ramas inspiraré las mejores estrofas para mis cantares,
y rimaré mis mejores versos, y haré que tu nombre se asocie perennemente
a mi nombre y a mi vida(…)
(…)Aunque todos contra ti vayan en guerra y odios conjurados ¡yo
permaneceré a tu lado, muy junto a ti, cantándote con el corazón la
canción sin palabras de tu amor!
Antolín Cavada
EL PADRE NUESTRO DEL ÁRBOL
Plantemos árboles para la patria. Planten los hombres y enseñen a
plantar a los niños. Ejercítense en esa tarea digna de dioses, porque se
trata de producir el fenómeno de los fenómenos, la vida. Ejercítense
no sólo las manos de los adultos, hechas al peso y al manejo de las
armas o los útiles de labor sino las débiles, las tiernas manos infantiles,
temblorosas como capullos a la brisa de la mañana. Y que los padres y los
maestros enseñen a los niños el padre nuestro profano que al árbol puede
dedicarse, el padre nuestro del amor al árbol. Que les enseñen a decir:
Árbol nuestro que estás en la llanura, en el valle o en la montaña; árbol
nuestro, danos tu sombra hoy, danos tu abrigo, danos tu amparo; danos
tu fruto, danos tu leña para nuestro hogar que es como darnos parte de
tus miembros sin que tú, ser paternal, ejemplo maravilloso de la renovadora
energía, te agotes. Purifica el ambiente que respiramos; consolida
las tierras; detén las avenidas y las torrentadas; aparta de nuestras cabezas
el rayo de la tempestad; ofrécenos la protección de tu follaje; llama a
los pájaros para que entre tus ramas fabriquen sus nidos y celebren el
santo misterio del amor; atrae a tus hojas las perlas del rocío; bríndanos
generoso el verde austero o alegre de tu vestidura para encanto de nuestra
vista y para adorno de nuestro panorama;
permanece entre nosotros como una
manifestación risueña e inagotable de la
providencia de Dios(...)
Y, mientras crecen sin cesar las aguas y
suben las olas del océano humano, tú, en la
llanura, en la montaña o en el valle, vive y
trabaja por nosotros.
Francisco González Díaz.
EL VALLE DE LA OROTAVA
Pronunciar este nombre y darlo a los vientos
de la publicidad con la intención de
rendirle homenaje de alabanzas, no es tarea
fácil después de saber que muchos, inspirados
en el mismo motivo, lo han hecho con
anterioridad,poseídos del impulso de admiración
que despiertan sus bellezas incomparables
de Valle encantador. ¿Qué se puede
decir que no se haya dicho ya de ese legendario
paraíso de esta Isla sonriente? Es una
interrogación que frecuentemente fluye de
labios que han tenido su parte en los elogios
que en todos los momentos se le han
tributado.
El valle de la Orotava tal y como se presenta
en su dilatada extensión exuberante,
es un emporio de riqueza agraria y un
venero de bellas realidades vivientes en la policromía de sus jardines edénicos,
donde el alma del que penetra en ellos siente el grato embeleso
de la dicha que produce el perfume de sus flores en eterna primavera de
pétalos abiertos a las suaves caricias de la luz y el aire que los envuelve
y la transparencia de sus puros fluidos. Bajo el dosel azul de un cielo
de bonanza el valle se presenta sereno a la mirada inquisitiva del viajero,
como inmensa alcatifa de esmeralda dibujada y tendida por hábiles
manos desde la playa que lo bordea con su vellón de espumas, hasta
la linde del monte que le ha dado su fronda por mas alta cimera.
Tenerife, que es la isla por excelencia de las más bellas perspectivas agrestes,
siempre en todas las edades y en todos los momentos de su vida en
marcha, ha sentido, casi con unión evangélica, orgullo por su riente Valle
orotavense, junto al cual ha viajado siempre en boca de la fama por extrañas
y apartadas regiones de la tierra. En el Valle todo es admirable y atrayente,
rico y adorable como la paz del remanso de la completa dicha(...)
Alfonso Flores