Pedro Maffiotte Arocha
Un temprano investigador insular
de nuestra historia natural
Carlos Suárez Rodríguez
Fotos: Carlos Suárez Rodríguez - Archivos
Un perfil intelectual heterodoxo
El estudio de la historia natural de nuestras islas se forjó ayer, como hoy, con acontecimientos que a veces no han trascendido más allá de la literatura científica especializada y donde determinados hechos y personas no han tenido la popularidad y divulgación ni tampoco el reconocimiento institucional que merecen.
Los Arenales de Santa Catalina, un topónimo qe perduró hasta bien
entrado el primer tercio del siglo XX
(Memoria Digital de Canarias, ULPGC)
Uno de estos hechos es el relevante papel que tuvieron algunos eruditos canarios como Pedro Maffiotte Arocha (1816-1870) –natural de Santa Cruz de Tenerife y afincado en Gran Canaria desde 1851 hasta 1865– en la conformación de un bagaje de conocimientos e información de vital importancia científica para la geología y paleontología, ya no sólo local sino también mundial.
Coetáneo de una pléyade de hombres de ciencias, historiadores y canarios ilustrados que hicieron de la primera mitad del siglo XIX el siglo de las luces canario, Pedro Maffiotte compartió aficiones y cargos con eruditos tales como Agustín Millares Torres, Gregorio Chil y Naranjo, Sabin Berthelot o Herman Wildprett, director del Jardín de Aclimatación de La Orotava, quedando su papel eclipsado tras la popularidad que adquirieron estos contemporáneos suyos.
Adscrito como funcionario a la administración de obras públicas, Pedro Maffiotte fue ante todo un heterodoxo, atento y disciplinado profesional, abierto a todos los aspectos intelectuales, tanto de ciencias como de letras, que plasmó en sus obras y textos.
Ingresó en el campo de la geología y la paleontología motivado por su encuentro con grandes científicos de su época, como Charles Lyell, Georg Hartung, Karl von Fritsch y Thomas Vernon Wollaston, con los cuales colaboró y para los que actuó de cicerone en sus visitas a las islas.
La estancia de Lyell y la posterior correspondencia epistolar que mantuvieron fueron sin duda los principales acicates de sus prospecciones paleontológicas y de sus aportaciones a la interpretación de algunos aspectos de la geología insular, concretamente de aquellos más vinculados a los procesos sedimentarios.
Pedro Maffiotte se encontraba en el lugar y el momento adecuado para ello. El lugar, Las Palmas de Gran Canaria, era ya nombrado en diversos textos científicos por sus playas y sistemas de arenas y por la presencia de niveles calcáreos y fosilíferos levantados que requerían de una interpretación científica y que fueron una de las razones de la visita de Lyell a las islas. Y era el momento adecuado porque la mitad del siglo XIX para las islas Canarias fue un periodo de desarrollo y apertura de obras hidráulicas, infraestructuras viarias y portuarias a las que se vincula por su actividad profesional dentro del campo de la ingeniería y que le permitieron explorar los sustratos geológicos insulares y sus riquezas fósiles.
Las Palmas de Gran Canaria a mediados del siglo XIX
Las Palmas de Gran Canaria en aquella época no era sino dos polos urbanos iniciales, el de Vegueta-Triana-Los Arenales hacia el Sur y el del Refugio o Puerto de La Luz-La Isleta hacia el Norte, separados por un extenso campo de dunas –las Dunas o Arenales de Santa Catalina– que aún no había sido vencido ni urbanizado, estando tan sólo atravesado por una vía de comunicación continuamente cortada por cordones de arenas.
A este paisaje urbano se incorpora nuestro personaje, proveniente de Tenerife, en febrero de 1851, en principio para hacerse cargo de la obra del Muelle de Las Palmas (DÉNIZ GREK, 1854), permaneciendo posteriormente durante más de 14 años (hasta mayo de 1865) dedicado a múltiples tareas vinculadas profesionalmente a las obras públicas insulares.
En Gran Canaria, Pedro Maffiotte participa activamente en la llamada “era de las carreteras”, que comienza en 1852 con la implantación de la primera fase de la red que se dispuso centrípetamente desde la ciudad con respecto a la isla.
Así, en 1852 se inician los tres primeros kilómetros, hasta Las Rehoyas, de la carretera Las Palmas-Agaete, obras de las que ejerce como director hasta 1863. En 1854 se inicia la carretera que desde Las Palmas llegará al futuro Puerto de La Luz. En julio de este año remite un cajón con fósiles de este nivel y croquis de su localización a Lyell. En diciembre de 1855, cuando realiza un desmonte enfrente de Mata, cerca del antiguo puente, recolecta
“ejemplares de Patella y Helix” y “se extraña del olor a mar que desprende aquel calcáreo a 50 metros sobre el nivel del mar”. Y en marzo de 1861 se inician las obras de la carretera de Las Palmas a Agüimes por Telde, cuyo primer tramo él dirige.
Otras obras de carácter hidráulico le permiten escudriñar las entrañas del subsuelo de la capital. Así, entre 1851 y 1853, se ocupa de la conducción del agua desde la Fuente de Morales hasta los pilares de la ciudad, como los de la plaza del Espíritu Santo, Santo Domingo, Triana y el de Los Mareantes de San Telmo.
En este trazado realiza, en marzo de 1854, la recolección de dos cajas de conchas fósiles (entre el camino de Fuente Morales y el Barranco Seco) que cuando las recibe Charles Lyell, aún en Tenerife, las evalúa como duplicados de muchas que ya tenía y otras “especies nuevas”.
Supervisa los desmontes y excavaciones de varias obras públicas y privadas en el corazón de la ciudad. Así, cuando levanta los cimientos de una nueva casa para el vicecónsul inglés Mr. Houghton en la calle de San Francisco, descubre un nivel
“con arenas y conchas similares a las de los Arenales de Santa Catalina”.
Durante el periodo en que estuvo al frente de la diócesis de Canarias el obispo Joaquín Lluch y Garriga (desde 1859) se ocupa también de varias obras de carácter eclesiástico.
Una de ellas fue el levantamiento de planos y propuestas para el “Proyecto de reparación del palacio episcopal de la diócesis de Canarias”, de cuya memoria y planos hace entrega el 19 de julio de 1864.
La observación de los planos del frontis diseñado por el autor y que no llegaron a hacerse realidad hace pensar que Las Palmas de Gran Canaria perdió con ellos uno de los edificios que se habrían convertido en emblemáticos dentro del estilo de la arquitectura neoclásica que ilumina la plaza de Santa Ana.
En el estudio de este documento afloran los conocimientos geológicos y mineralógicos del autor:
“La cal de fábrica y encalados, llamada en el País cal de cuchara, se traerá de las canteras del Carrizal, y la de albeo será de la que viene como lastre en los buques procedentes de la islas de Cuba o de la que se quema en la Isleta y Arenales de Santa Catalina. Por ningún caso, se empleará la llamada cal de Guadalupe. Tanto una cal como otra se pondrán en curtimiento el tiempo necesario para que se pongan bastante correosas”. (Archivo RSEAP de Gran Canaria. Legajo 5. Expediente 3).
Otra obra debida a su mano fue la reparación de la iglesia de San Bernardo entre febrero y septiembre de 1865 ( PÉREZ PEÑATE, 1994). Sus proyectos son una verdadera muestra de su erudición y calidad técnica y en ellos se observan sus dotes en ingeniería y arquitectura. En un informe previo sobre la situación del templo de San Bernardo escribe:
“Los muros laterales tienen menos espesor del que les señala el arte de edificar, para resistir el empuje de la bóveda con arreglo a su luz, a la elevación de su arranque y a su peso, aunque esto es muy reducido por hallarse construida con fragmentos de tefrina, llamada entre nosotros mal país, roca volcánica muy ampollosa y de poco peso” (Archivo Diocesano de Las Palmas, Expediente de reparación de la iglesia de San Bernardo, 1864).
Paralelamente a estas actividades profesionales, desarrolla observaciones y perfiles geológicos y paleontológicos, fruto de los cuales fueron los más de 70 fósiles miocenos y más de 50 especies ya extinguidas que recolectó en esos lugares.
Pedro Maffiotte, un naturalista insular
Pedro Maffiotte no sólo desarrolla una labor vinculada a su puesto de trabajo en la administración de obras públicas, sino que va más allá en su vinculación con la enseñanza y la ciencia en la isla. No en vano, era uno de los pocos canarios que poseían ejemplares dedicados por el autor de una de sus principales publicaciones, Elements of Geology, de Charles Lyell, tanto en su 5ª edición francesa como de la traducida anteriormente por el geólogo español Joaquín Ezquerra del Bayo en 1847 y que contribuyó enormemente a la modernización de los estudios geológicos y mineros de la España del siglo XIX (VIRGILI, 2003).
“Las Palmas, 11 de diciembre de 1855. A Sir Charles Lyell. El Sr. D. Fernando del Castillo, que regresó de su viaje a Inglaterra hace cinco o seis días, me ha entregado el ejemplar de la quinta edición del Manual of Elementary Geology, por el cual envío a Vd. la expresión de mi más profundo agradecimiento”.
Estas obras consolidan en él los intereses por estos aspectos de la historia natural que se despertaron cuando en 1854 se convierte en el acompañante de uno de los mas notables geólogos de la historia, sir Charles Lyell, con el cual mantiene a partir de ese momento una notable correspondencia e intercambio científico sobre sucesivos hallazgos y descubrimientos geológicos y paleontológicos que se generan en sus obras, principalmente en torno a la ciudad de Las Palmas.
“
Llegada. Sir Charles Lyell, geólogo muy autorizado de Inglaterra ha llegado a esta ciudad en el vapor ‘Duque de Rianzares’ y parece que ha salido a visitar las cumbres de la isla”.
De esta manera, El despertador canario –periódico semanal grancanario– en su edición del 5 de marzo de 1854, recogía la llegada de Lyell a Gran Canaria, acompañado del geólogo alemán Georg Hartung.
La actividad investigadora de Lyell en Gran Canaria –apoyada en la recolección de muestras de Maffiotte y en sus observaciones sobre localidades, materiales geológicos, interpretación sobre procesos, etc.– quedó recogida en la correspondencia que ambos mantuvieron desde 1854 hasta 1866.
“Londres, 16 de julio de 1858. Mi querido Sr. Maffiotte: Hace un mes recibí los fósiles de Los Palmitos. Me alegro mucho de tenerlos y los estudiaré tan pronto se termine la impresión de una memoria sobre el Monte Etna que acabo de escribir.
Puede que de la Madera y las Canarias publique un libro entero, porque Hartung y yo hemos reunido muchos datos acerca de esas islas”.
Esta faceta tan específica de la historia natural de las islas Canarias –y concretamente la referida a las formaciones sedimentarias y niveles fosilíferos de Gran Canaria– aparece incorporada a partir de la sexta edición del libro Elements of Geology de Charles Lyell (1865). En ella, Lyell “
realiza una descripción del Mioceno de Las Palmas, dando una primera lista faunística y describe también la formación cuaternaria sobre la que se asienta la ciudad de Las Palmas” (MECO, 1975).
Excursiones geológicas con Charles Lyell y Karl von Fritsch en Gran Canaria
“
Durante el corto tiempo que ha durado nuestra investigación hemos podido explorar el lado este de la isla”.
Estas palabras se extraen de los papeles manuscritos que dejó Charles Lyell sobre Gran Canaria y que –a raíz de la reciente puesta en la web de parte de sus documentos no publicados por el Proyecto Humboldt– nos permiten reconstruir la estancia –del 22 de febrero al 10 de marzo de 1854– y travesía en la isla, sus objetivos y algunos de sus resultados más notorios.
Muchos son los topónimos a los que hace referencia en este texto y que nos hacen suponer un recorrido desde Las Palmas hacia el Sur (Los Tanques, Canto Blanco, Barranco Las Lajas, Salto Negro, Tanquillo de Piedras Caídas), ascendiendo hacia el centro de la isla (Fataga, Caldera de Tiraxana, La Laguna, La Cruz de la Caldera de San Bartolomé, Temisas, Barranco de Santa Luzia), llegando a la cumbre (Pico Saucillo, Pozo de Las Nieves) y descendiendo por el lado Norte (Val Seco, Montaña de las Arenas, Teror, Tamaraycite, La Vega del Medio, Vandama).
A raíz de aquel encuentro, posteriormente inspecciona los restos fósiles que encuentra en sus obras, realiza croquis de situación de los mismos y los remite vía marítima a sir Lyell en Londres, el cual devuelve los listados de materiales encontrados y analiza sus relaciones geológicas y paleontológicas gracias a su pléyade de colaboradores y especialistas en el British Museum, del cual llegó a ser director.
“He presentado todos mis tesoros de Gran Canaria al Museo Británico donde ocupan un lugar muy distinguido, como Vd. podrá ver en su próxima visita a este gran establecimiento” (Carta de Lyell al vicecónsul de Inglaterra, Mr. Hougthon, 1856).
Además de Lyell y Hartung, entre 1862 y 1863 acompaña en algunas excursiones a Karl von Fritsch (1838-1906). Fruto de esta relación, con posterioridad a su muerte, éste le dedica un pequeño caracol terrestre nuevo al que denomina Buliminus maffiotteanus (actualmente Napaeus maffiotteanus). Se la dedica a “
l'’ingenieur Maffiotte qui a activement soutenu les recherches de M. de Fritsch”.
El Gabinete de Historia Natural de Gran Canaria
Uno de los frutos aún no del todo valorados de su quehacer científico fue la iniciativa propiciada principalmente por la prensa insular de la época, especialmente el periódico El Ómnibus, dirigido por su amigo Agustín Millares, de dotación de una biblioteca y museo municipal para la ciudad. Dicho periódico publica en diciembre de 1856 una de las cartas de Charles Lyell remitidas al vicecónsul Mr. Houghton donde se ensalza su labor para demandar estas instituciones para la isla. (Luxán y HERNÁNdez, 1988).
Años mas tarde, en 1860, conjuntamente con otros prohombres de la época (Domingo Déniz Grek, Agustín Millares y Gregorio Guerra), recibe el encargo de conformar una Biblioteca Insular y un Gabinete de Historia Natural.
Reza así la propuesta hecha al pleno municipal por D. Cristóbal del Castillo el 30 de abril de 1860:
“Quiero poner en conocimiento de ustedes un pensamiento que creo útil y realizable sin grandes dificultades. Dicho pensamiento consiste en que el Ayuntamiento promueva la formación de un Gabinete de Historia Natural de esta Isla, así como el establecimiento de una librería pública que sirva para la instrucción del pueblo. El modo de llevar a cabo esta empresa es elegir personas capaces y activas que enciendan el patriotismo de los vecinos de esta ciudad para que contribuyan a ambas cosas bien con libros o bien con las curiosidades isleñas que cada cual posea y quiera ceder para tan laudable objeto que dará al mismo tiempo importancia a la ciudad y a su Ayuntamiento” (Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Actas del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria).
Los fondos que alimentaron esa iniciativa, gracias a donaciones de particulares hasta el año 1866, fueron posteriormente el material que diera pie a las primeras colecciones de estas características de la Sociedad Científica El Museo Canario, fundada en 1879.
El relevante papel que la historia natural tomaba en nuestra sociedad local quedó reflejado en la Exposición Provincial de Canarias, de Agricultura, Industria y Artes, celebrada en 1862.
30 expositores de las islas presentan, numerados desde el 48 al 170, más de 120 objetos relacionados con nuestra historia natural, que van desde
“una colección de treinta y cuatro peces propios de estas costas y la vecina África” hasta “
una colección de fósiles de Canarias” presentadas por el Seminario Conciliar de Canarias.
Pedro Maffiotte –que también elaboró un mapa geológico de Gran Canaria y realizó múltiples observaciones con este carácter– presenta en ella su colección de minerales, “
colección de setenta y nueve ejemplares de diferentes rocas propias de la formación de este archipiélago y recogidas en Gran Canaria”, que le valió una medalla de bronce en el apartado de Historia Natural.
Actualmente, muchas de sus mejores piezas se encuentran expuestas en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife –ubicado en el antiguo Hospital Civil de Santa Cruz–, apoyando contenidos didácticos y museísticos sobre la evolución geológica y paleoclimática de las islas Canarias.
Miembro de las sociedades económicas del archipiélago (ingresa en la de Las Palmas en 1860 y en la de Santa Cruz en 1866), participa activamente en ambas; en Las Palmas como presidente de la Sección de Arte y en la de Tenerife como secretario, hasta su muerte, de la Sección de Ciencias, de la que era presidente el ya anciano Sabin Berthelot.
De este periodo son varios artículos publicados en la revista El amigo del país de la RSEAP de Santa Cruz. De su vocación y afición geológica da cuenta la propuesta hecha a la RSEAP con fecha 16 de febrero de 1866:
“A pesar de lo mucho que se ha escrito de la Historia Natural de estas islas, la materia está muy lejos de hallarse agotada, y requiere nuevo estudio hecho por personas competentes con tiempo y medios de acción; y yo, impulsado por esta consideración, y por el deseo de que nuestras islas ganen siempre en importancia, me atrevo a proponer a la Sociedad, que, bajo su protección y amparo establezca una de Geología que se titule de Canarias”.
Un hallazgo misterioso: Maffiottea canariensis
Aunque no reconocida por la taxonomía, una de las aportaciones de Pedro Maffiotte a la paleontología canaria la constituye su descubrimiento de un fósil no determinado del que habla él mismo en un articulo publicado en la revista El amigo del país en 1866 titulado “Geología de estas islas”:
“Hasta hace pocos meses todas las conchas fósiles halladas en estas islas se han referido a la época terciaria miocena, pues todas las que se han hallado en las dos formaciones conchíferas del archipiélago concuerdan con las de esta formación y con las post-terciarias de otros países que pertenecen a la misma formación.
Más en mi penúltimo viage a la isla de Gran Canaria, visitando algunas localidades, ya muy conocidas, con el fin de hallar un buen ejemplar del clypeaster altus para enviarlo a un amigo geólogo muy distinguido, tuve la suerte de hallar unos tres ejemplares casi intactos de la misteriosa concha que tanto me había hecho pensar; y verificado su análisis he concluido que es una hippurite perfectamente caracterizada, y que la considero como una especie nueva, a pesar de la dificultad que tenemos en estas islas para decidir con pleno conocimiento en un asunto tan delicado, por la escasez de colecciones que poder consultar”.
El misterioso taxón cobra nombre por primera vez en la publicación Paleontología de Canarias, realizada por su hijo Miguel Maffiotte La-Roche:
“
Mi padre, hacia el fin de su vida, descubrió en la antigua formación de aquella isla varios ejemplares de Hippurita,
que al principio fueron considerados como sérpulas, pero que, examinados de nuevo, se reconoció ser dicha concha.
Al clasificarse en Alemania fue denominada Maffiottea canariensis,
del nombre de su descubridor...” (Revista de Canarias, nº 13 (junio de 1879), p. 195).
En 1887, August Rothplezt (1853-1918), paleontólogo alemán, realiza varias excursiones por Gran Canaria y envía a Munich el material de fósiles existentes en El Museo Canario. Vittorio Simonelli (1860-1929), paleontólogo italiano, se encarga de la determinación de dicho material y, posteriormente, en 1889, ambos publican un trabajo sobre “Sedimentos marinos de Gran Canaria” donde se realiza la descripción de un gasterópodo capúlido, nuevo género y nueva especie, muy común en la formación fosilífera antigua de Gran Canaria, que nominan Rothpletzia rudista en honor al primero de ellos.
¿Serían la misma entidad la Hippurite descubierta 23 años antes por Pedro Maffiotte y la nueva concha descrita por estos autores? El editor Anselmo J. Benítez –apoyado en los datos aportados por Miguel Maffiotte– no parece tener duda de ello cuando en su Historia de las islas Canarias (edición ilustrada), editada en 1916, incorpora los textos del trabajo y en la relación de especies de estos autores añade, como sinonimia de Rothpletzia rudista, la Maffiottea canariensis.
Siglo XXI: Estado actual de los lugares visitados por Maffiotte y Lyell
La riqueza paleontológica que albergan el subsuelo y las laderas de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, así como el relevante papel de este erudito canario en su estudio, a pesar de los numerosos trabajos científicos publicados sobre ella, siguen hoy tan olvidados como en los últimos 150 años.
La urbanización y la creación de infraestructuras viarias en torno a la ciudad ha puesto al descubierto muchos de aquellos yacimientos que aún siguen arrinconados en los pocos espacios libres que quedan en las laderas de la ciudad. Menos suerte han tenido los depósitos cuaternarios de la plataforma desde Santa Catalina a Guanarteme, completamente urbanizados.
Ningún Bien de Interés Cultural de la Ley 4/1999 de Patrimonio Histórico de Canarias reconoce estas riquezas –millones de fósiles miocenos y cuaternarios que se observan en alguna de sus laderas, exclusivas de este sector de la región macaronésica, de vital importancia para su estudio paleoclimático-, que en cualquier otro lugar del mundo dan fama a las ciudades.
Panorámica de La Mirilla. En estos solares públicos, bajo escombros, se alojan
las últimas muestras de Los Arenales de Guanarteme.
Los ciudadanos grancanarios esperamos aún por la realización de aquel ilusionante proyecto de creación de un Museo o Gabinete de Historia Natural para la isla, y en la ciudad ninguna calle, estatua o placa hace mención de la prolífica labor de Pedro Maffiotte Arocha en la investigación paleontológica insular.
Sin embargo, aún es posible reconocer perfiles donde estos niveles fosilíferos, sobre todo el más antiguo, conservan abundante material que merece el reconocimiento administrativo y la aplicación de alguna figura legal que los proteja.
Desde esta aportación al perfil naturalista de este erudito canario –cuya vida y obras en todos los campos que exploró, como la ingeniería, la arquitectura, las obras hidráulicas, la arqueología, la cartografía, las ciencias exactas, las artes, la enseñanza, etc., exigiría otra publicación más extensa– creemos oportuno demandar que, en alguno de esos lugares, se establezca un Parque Paleontológico –quizás sería apropiado nominarlo Pedro Maffiotte– debidamente señalizado, dotado de los medios para su visita y disfrute, con la información adecuada para que nuestra ciudadanía pueda reconocer y valorar una parte tan importante de la historia natural de nuestras islas.
Y para que también sirva de reconocimiento de la abnegada labor de descubrimiento y estudio de este ilustre antepasado.
Bibliografía
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- VIRGILI, C. El fin de los mitos geológicos: Lyell. Madrid: Nivola Libros, 2003.