La Casa de los Carta en el Valle de Guerra
Sebastián Matías Delgado
Arquitecto
Fueron los Carta la familia más influyente en Santa Cruz de Tenerife durante el siglo XVIII, tanto por su indiscutible poderío económico, cimentado sobre sus actividades mercantiles y marítimas, cuanto por su proyección en la vida social, tanto civil como religiosa del entonces Puerto y Plaza Fuerte.
El iniciador de la saga fue don Matías Rodríguez Carta, nacido en 1675, en Santa Cruz de La Palma, de padres también palmeros (él de la Villa de San Andrés y ella de la propia capital palmera) que, dedicado al comercio canario-americano, se casó el 17 de diciembre de 1696, por tanto con sólo 21 años, con la santacrucera doña Concepción Domínguez Perdomo en Santa Cruz de Tenerife, donde a partir de ese momento se avecindó.
Dejando aparte la especial protección que brindó a la parroquia santacrucera de la que fue su más destacado mecenas como atestiguan su hermoso púlpito y la capilla-panteón que sirvió de enterramiento a su familia, considerada como la joya del espacio barroco en Canarias, entre otras muchas atenciones; e igualmente a la ermita de Ntra. Sra. de Regla a la que dotó de sacristía y retablo y diversas prendas, la proyección civil de los Carta se materializó en las distintas casas que tuvieron.
En Santa Cruz construyó don Matías para su habitación la casa-palacio de Carta en la plaza de la Candelaria (entonces plaza de la Pila) y la llamada casa Rodríguez Carta en la hoy plaza de la Iglesia (entonces Calle Ancha) frente a la puerta traviesa (más tarde enmarcada con la torre nueva) de la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción. Como vemos, los Carta quisieron estar presentes de forma destacada en los dos espacios públicos representativos del Santa Cruz de entonces: el civil y el religioso, con construcciones bien significadas, lo que constituye una singularidad elocuente.
Carta tuvo alguna propiedad más en esta población como una casa en la calle de la Cruz Verde esquina a El Clavel y una huerta cercana a la calle San Francisco de Paula; y aún fuera del puerto tuvieron propiedades en Geneto y Arafo, que sepamos, amén de la casa en el Valle de Guerra que es objeto ahora de nuestra atención.
Refiriéndose a esta casa, el doctor don Fernando Gabriel Martín Rodríguez en su obra Arquitectura doméstica canaria refiere lo siguiente:
“Pertenecía a la hacienda de los Guerra, que fue adquirida por el poderoso capitán Matías Rodríguez Carta el 14 de febrero de 1726 por compra a Lope Fernández de la Guerra en 180 reales de tributo perpetuo al mayorazgo de Guerra. La hacienda se componía de una suerte de viña de vidueño y alguna malvasía, de doce fanegadas y un almud, con su casa y bodega, lagar, cisterna, casa de mayordomo y de estila”.
Y continúa diciendo que en el testamento de Carta, dado en 1742 (fallecería el año siguiente) declara que dicha hacienda:
“la hemos plantado y redificado a nuestra costa por estar toda ella perdida, arruinada y atrasada y asimesmo hemos hecho las obras de casas, cisterna, lagar y vodega, y todo lo demás que en ella se halla en lo que hemos gastado muchos reales”.
Como quiera que los Guerra dieron nombre a este valle al ser favorecidos en los repartimientos posteriores a la conquista con él, su hacienda debe ser considerada como primigenia en su poblamiento, y por tanto la construcción original que ellos levantaron la más antigua del mismo, de la que ciertamente es heredera parte de la construcción actual, que como veremos responde a un proceso de sucesivas ampliaciones en el tiempo hasta llegar a la configuración que hoy vemos y que puede estimarse es la alcanzada en la segunda mitad del XIX.
El doctor Martín Rodríguez completa esta información con datos obtenidos del inventario que, en 1747, cuatro años después del fallecimiento de su padre, hace su sucesor don Matías Bernardo Rodríguez Carta, en el cual:
“Jacinto Hernández Perera y Juan Pérez Izquierdo, maestros albañiles, aprecian la casa, bodegas y caballerizas, casa de mayordomo, despensa, cocina, estila, portadas, piedra del lagar y todo lo demás, en 7.255 reales. Por su parte, los carpinteros Francisco Melián de Olivera y Antonio Pérez Chacón la aprecian en 5.993 reales” y en el que se relaciona de forma pormenorizada el contenido de las distintas dependencias de la casa: “cuarto, sala, aposento de dormir, alcoba de dormir, corredor, despensa y bodega”.
A la vista de ello, podemos afirmar que esta Casa de los Carta, una construcción a la manera tradicional canaria, con paredes de mampostería encaladas, techos y huecos de carpintería de tea y cubierta de teja curva, estaba constituida por la crujía norte, es decir la que mira al valle, del edificio actual. El precioso plano del valle levantado en 1833 por el prebendado Antonio Pereira Pacheco y Ruiz, confirma esta hipótesis, pues muestra esta construcción todavía reducida a una sola crujía con dos pequeños apéndices los extremo noroeste y suroeste.
| 1.- Aposento de dormir | 10.- Capilla | 18.- Comedor | 2.- Alcoba de dormir | E.- Entrada Principal | 19.- Dormitorio de la servidumbre | 3.- Despensa y utillería | 11.- Dependencia | 20.- Almacén | 4.- Sala | 12.- Nueva Cocina | Ap.- Acceso Principal | 5.- Antigua cocina | 13.- Dormitorio | APN.- Acceso a la panadería | 6.- Corredor | 14.- Dependencia | PP.- Patio principal | 7.- Cuarto (sobre la bodega) | 15.- Panadería | PS.- Patio de servicio con aljibe subterráneo | 8.- Altillo | 16.- Utillaje | GM.- Galería-mirador con destiladera | 9.- Lagar | 17.- Nuevo Altillo | PP.- Estanque |
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Es la versión que podríamos llamar “en rico” del esquema de la casa canaria más elemental; pues, en efecto, la casa del campesino está inicialmente estructurada en dos dependencias: una es el hogar, donde se cocina, se come y se reúne la familia; la otra es el dormitorio, que es donde también se recibe a las visitas. Estas dependencias, cada una con su puerta, no se comunican por el interior sino por el exterior del lado del sur, donde con frecuencia terminara apareciendo una poyata de asiento para descansar, aprovechar el soleamiento en los días fríos y las brisas en los calurosos y hasta puede aparecer también una pérgola o alpende a la que trepan elementos vegetales para dar sombra si es necesario. Esta comunicación exterior se ve más tarde reforzada cuando el campesino pasa a ser pequeño propietario y llega a disponer de una pareja de bueyes, algún burro, etc., al disponer en forma de L con la edificación anterior, por el lado del naciente el establo o cuadra. Entonces la construcción está perfectamente dispuesta para proteger de los vientos dominantes del NE (alisios) este espacio exterior que viene a ser, a pesar de no estar construido, el que articula la vivienda.
En esta crujía Norte de la casa del Valle de Guerra, se distinguen perfectamente el aposento de dormir, al Oeste, con su anexa la alcoba de dormir; la sala del lado Este con dos cuartos anexos que hacían de despensa a continuación al Oeste y de cocina al Sur formando la L, que generaba la galería o corredor. En el ángulo Noroeste y sobre la bodega, el cuarto retirado o retrete utilizado inicialmente para descansar o meditar (la existencia de tapaluces en sus ventanas posibilita incluso dormitar) y luego, sin duda debido a su posición en la que los vientos dominantes se llevan los gases y olores fuera de la casa, destinado a evacuatorio.
Sobre la alcoba de dormir (el lugar en que se procedía a la higiene y al vestido) y la dependencia contigua que hacía de despensa se hallaba el altillo, que era como una segunda despensa, con la orientación principal hacia el Sur por donde se inicia la escalera de subida como una puerta más del corredor. La única ventana al Norte muestra en la quicialera del sobre, hoy taponada, que este hueco fue inicialmente de puerta, para permitir la descarga de las carretas que podían arrimarse a la construcción.
Esto confirma que la galería-mirador actual es posterior, de cuando la ampliación de la casa hacia el Sur generó otros espacios que podían desplazar la función del altillo a otras dependencias. Y ello significa que la casa daba lógicamente su espalda al batiente y su frente al Sur, donde se hallan, por cierto, las dos puertas de las dependencias fundamentales: la del aposento de dormir y la de la sala, ambas ejecutadas con una carpintería robusta con un airoso despiece con cojinetes resaltados como conviene a puertas de exterior. La de la sala tiene postigos para atender al que viene de fuera, gatera (hoy cegada pero perfectamente localizada) y cerradura con cerrojo.
Está precedida esta fachada por una galería-corredor de ancho generoso como conviene a su orientación Sur, definida por soportes y techo a un agua de madera y cerrada por muro de fábrica al Oeste dada su altura sobre el camino. En este lienzo de cerramiento se abre una ventana-balcón que, al parecer, posibilitaba una función de capilla acercando a ella por el interior un altar en el que decir misa de cara a los operarios de la finca que asistían a ella desde el exterior. Ello explica que el muro de cerca libera en su totalidad esta breve fachada de la casa al Oeste, comenzando a partir de ella y marcando el lindero con el camino tanto por el norte, en que se va abriendo con respecto a la casa para albergar el lagar y la casa establo, como por el Oeste, costado en el que finalmente se abriría la entrada principal de cantería, almenada y asistida a ambos lados de sendos bancos de comienzo escalonado para facilitar la subida a la caballería y, asimismo, el acceso a la panadería. Aspecto interesante es el de la posición de la edificación respecto de la vía de acceso que no era otra que el Camino del Vino, pues puede verificarse que la construcción no se halla ni de frente ni de costado, sino en cuña, de forma que incide sobre el camino provocándole un pequeño desvío. De esta manera no sólo se afirma la voluntad de no pasar desapercibida al caminante, sino que procura una mejor comprensión del volumen de la construcción al que llega por el camino y encuentra esa perspectiva cambiante, y también posibilita al que está en la casa el control visual sobre la distancia del que llega.
Como deducimos del plano de Pereira Pacheco, la configuración posterior se materializa en el XIX, cuando quizá ya la casa no era de los Carta. Es entonces cuando se produce una primera ampliación, en la que se añade el costado de poniente (se ve claramente que para respetar la esquinería de la construcción inicial comienza más adentro) con una primera dependencia cuyo uso fue al parecer de capilla (carece de ventana pero no de ventanal alto) en recuerdo de que en aquella hacienda, tal como indica en sus memorias Lope Antonio de la Guerra y Peña, en tiempos de don Matías Bernardo “han asistido Generales y Obispos, con quienes ha tenido intimidad, y en ella dio Órdenes el Ilmo. Dn. Fray Valentín Morán”.
A continuación se halla la entrada mediante arco de toba volcánica roja que permite acceder a escalera de cantería que conduce a la puerta del patio. La sola observación de que esta puerta se halla a haces interiores y de que dispone de taramela que se atranca por el exterior, revela que este acceso es posterior y que para conformarlo se tomó parte del espacio que formaba la habitación contigua hecho que se verifica al conocer la estructura del techo que es uno y común. Esto implica que antes de existir esta entrada se llegaba a la casa por el costado Sur del patio que debía estar libre de edificación.
Sigue a esta habitación, cuyo uso fuera posiblemente de despensa, la cocina, que muestra un techo espectacular por manifestar interiormente su primigenia estructura a dos aguas, para luego al construirse las dependencias del costado Sur, suplementar los pares del lado exterior para formar una cubierta a un agua, evitando así el problema de la evacuación de las que vertía el otro faldón. En su techo existe respiradero para los humos y en la pared que la separa de la habitación anterior hay un hueco a modo de ventanilla, para pasar los platos cuando el cuarto de al lado del patio se convirtió en comedor.
Finaliza este ala en la panadería con el techo enlatado, sin tabla, para favorecer la evacuación de humos, norma que se rompe sobre el amasador, en que la tabla en el techo lo protege del polvo. El horno se conserva en su definición y color original y además de la puerta de acceso interior de la vivienda, que, desde el patio principal, encadena una secuencia perfecta de adaptación al terreno, y dispone de puerta al exterior a un espacio destinado a descarga de carretas, escalera de acceso de los campesinos que venían a por el pan, estrecha para conformar una cola evitando aglomeraciones. En el exterior, aprovechando el nivel alto, corre junto a la pared un banco que permite sentarse a descansar por la tarde y contemplar las inefables puestas de sol.
En época similar debió experimentar la casa la prolongación del costado de levante con dos habitaciones: la una junto a la antigua cocina, cuya puerta de acceso desde el exterior desapareció y se sustituyó por la actual que muestra como curiosidad sobre el dintel de madera un espacio para colocación de un candil que debía iluminar ambas habitaciones y que dispone incluso de un pequeño tubo para la evacuación del humo del lado de esta última; la otra parece algo posterior y está destinada a servicio del nuevo comedor habilitado en el lado Sur del patio.
La construcción, en este momento debía tener forma de U abierta al Sur, pero no por mucho tiempo, pues rápidamente se configuró el patio cerrado en su integridad construyendo el ala Sur, destinada en la planta baja a aperos y en la alta a nuevo altillo al que se accede por escalera adosada exterior que conduce al balconcillo de entrada. Se registra una puerta de entrada por el costado de levante que hoy se halla tapiada, dentro de una nueva dependencia destinada a almacén, momento en que se completa, de pared a pared, la sencilla balconada del Sur.
Una actuación posterior decidió cerrar de fábrica el costado Sur del patio principal (abierto al batiente), momento que se aprovecha para ubicar sobre este lado una nueva dependencia destinada a la servidumbre; y quizá es en este momento cuando se construye la galería mirador al norte, de modesta carpintería, cerrada al batiente y con la destiladera situada de forma ortodoxa mirando al septentrión y próxima a la sala comedor.
La casa, tal como ha llegado hasta nosotros después de una laboriosa restauración, está estructurada en dos patios: uno principal, sensiblemente cuadrado que mantiene las galerías de tres de sus lados, con ritmo entre pilares desigual y con la originalidad de ofrecer un cerramiento de baranda con balaustres torneados y cojinetes, lo que es más propio, en realidad de una galería de planta alta. La entrada se halla por la galería corredor antiguo en un lugar que si dentro del patio parece descentrado, no lo está en relación con la totalidad del corredor primitivo que llegaba hasta la fachada; y el otro, de servicio, al sur, provisto de aljibe subterráneo con pozo y brocal.
Fuera del recinto de la casa se construyó otro depósito o cisterna destinado al riego de los terrenos próximos; y asimismo se hallaban el lagar y el establo (hoy llamada casa de Labor y destinada a la exposición de molinos).
Todo ello conforma una muestra singular de la arquitectura rural de propietarios que no hace tanto tiempo disponía de un interland generoso como corresponde a su condición de hacienda y que ha ido perdiendo hasta quedar reducido al mínimo espacio, lo que desvirtúa su significación en un paisaje dominado ahora por nuevas construcciones familiares tipo chalet, entre las que parece haber quedado reducida a sólo una reliquia del pasado.
Tras su compra por el Cabildo de Tenerife, se pensó inicialmente dedicarla, después de restaurada, a ofrecer al visitante una muestra de lo que era residencia rural de una familia de “hidalgüelos canarios” (según expresión del entonces consejero de Cultura don Alfonso García Ramos), pero luego ha venido a ser sede del Museo de Antropología de Tenerife, una función para la que no es contenedor adecuado, por escaso. De esta manera se han introducido ciertas novedades tales como cerramiento acristalado del patio, cierre de algunas dependencias al público, destino de otras a funciones de administración y de trabajo, instalaciones de cables para servicios informáticos, etc., y asimismo se ha modificado en varias ocasiones su contenido para posibilitar exposiciones didácticas mediante paneles, luces etc. que frecuentemente han supuesto un evidente atropello para el contenedor (quizá la pieza más importante de todas), que termina pasando a un segundo plano para el visitante.