Juegos cromáticos
en la arquitectura rural de la isla de El Hierro
“El color no ha sido, tradicionalmente, un elemento sin importancia en la arquitectura rural. El de la propia mampostería,
combinado con la madera y contrastado por las masas vegetales que rodean la edificación, es ya de por sí un valor.”
(AA.VV. “Arquitectura popular española” Vol. V, 1973)
Sixto Sánchez Perera
La cita anterior va a definir, en gran
medida, la filosofía argumental del
siguiente texto, que pretende ser una
aproximación al conocimiento de la arquitectura
tradicional realizada en El Hierro,
su relación con los materiales constructivos
y el color resultante de las diferentes
combinaciones experimentadas a lo largo
de su evolución histórica. De las islas que
integran el archipiélago canario, El Hierro
es la más joven, pequeña y occidental. Su
limitada superficie en contraposición con su
altitud (268 km² frente a los 1.501 m.s.n.m.)
y, por consiguiente, sus pronunciadas pendientes,
nos permiten definirla como la “Isla
Montaña”; donde la aridez y la escasa vegetación
son los rasgos más destacados. Desde
el punto de vista social y humano, la reducida
población, en la actualidad unos nueve
mil habitantes, en concordancia con las
limitaciones que el medio físico le ofrece,
la designan como la “Isla Pueblo” o la
“Gran Familia Herreña”, comunidad definida históricamente por su carácter campesino,
donde la ganadería y la agricultura han
sido los pilares fundamentales de su economía.
De manera habitual, el concepto que
ha imperado acerca de la arquitectura realizada
en El Hierro ha estado influido por
una serie de criterios que la concibe como
reflejo, no sólo del nivel socioeconómico
y cultural de sus habitantes y de su escasez
de recursos, sino también como resultado
del secular aislamiento que ha venido padeciendo
la Isla a través de su historia.
Como
consecuencia, se han realizado diversas interpretaciones,
como la que quiere ver en la
escasez de materias primas la razón de la
abundancia, años atrás, de casas con cubierta
de paja, lo cual imprime una cierta originalidad
a la vivienda rural herreña. O la
que señala que en la capital -Valverde- se
pueden distinguir construcciones que constituyen
los pocos ejemplos que existen de
una arquitectura que, aunque es básicamente
popular, pretende una diferenciación con
las viviendas más humildes. Y, por último, la
que argumenta que, dada la situación extremadamente
occidental y poco comunicada
de la Isla, se puede apreciar una supervivencia
de casas de tipo muy simple y primitivo
hasta tiempos bastante recientes. Para
establecer unas líneas generales de estudio
y clasificación de los tipos de vivienda tradicional
en El Hierro, podríamos basarnos
en criterios de diversa índole que irían
desde los puramente descriptivos, como los
morfológicos, hasta los que llevan implícita
una interpretación social. El primer criterio
define una arquitectura austera, caracterizada
por estructuras modulares de una
o dos plantas, techumbre a dos aguas o de
azotea, fachadas planas con vanos verticales,
de planta simple rectangular o compuesta
en forma de “L” o en agrupamientos
más complejos. Si, por el contrario, basamos
el estudio en parámetros socioeconómicos
sólo podemos diferenciar, a grandes
rasgos, dos tipos de vivienda: la modesta,
propia del campesinado y la acomodada,
representante de los grandes propietarios;
puesto que la morfología de ambos tipos
es prácticamente idéntica, diferenciándose
tan solo por su tamaño y la calidad de los
acabados. No obstante, debemos tener en
cuenta que la línea divisoria entre estos
dos grupos es difusa, encontrándonos en la
zona de contacto con variantes que comparten
rasgos de ambas.
Para simplificar este
panorama, hablaremos de dos prototipos
de vivienda tradicional que podemos definir como “modesta” y “acomodada”. En
cuanto a la vivienda modesta, el protototipo
arquitectónico más antiguo y austero a la
vez es el denominado “pajero”: estructura
consistente en un módulo de planta rectangular,
de una sola altura, paredes de piedra
seca y techumbre a dos aguas con cubierta
vegetal de paja de centeno o colmo. La
limitada funcionalidad del recinto, unida a
la falta de medios técnicos, hace que se
reduzca la apertura de vanos al mínimo
-tan sólo una puerta y, en ocasiones, una
pequeña ventana o ventanuco- acompañados
de una carpintería muy rudimentaria
consistente en tablones, unidos a travesaños
por medio de pasadores de madera. Este
modelo de vivienda carece de revestimiento
exterior, aunque no ocurre lo mismo en
su interior, donde sí se aplica el embostado
-enlucido consistente en la aplicación de
una mezcla realizada con bosta de ganado
vacuno y cenizas procedentes del hogar
doméstico- tanto en las paredes como en
el suelo. La escasez de medios económicos
impondrá el control del uso de un material
de importación como la cal, que se asocia,
cuando hace acto de presencia, a los elementos
que intervienen en la captación y depósito
del agua de lluvia, como cogederos,
canales o aljibes. La evolución de este prototipo
de hábitat consistirá en el añadido de
nuevos módulos al ya existente, formando
una planta articulada.
Esta ampliación de
la vivienda obedece a una mejora, relativamente
reciente, de las condiciones socioeconómicas
de la población, que se manifiesta
en la aparición del pequeño propietario
que trabaja sus propias tierras y requiere de
nuevos espacios domésticos. Por tanto, el
nuevo módulo que hace acto de presencia
es fruto de la transformación de esquemas
sociales y de la búsqueda de mejoras en las
condiciones de vida. El cromatismo no es
precisamente el aspecto a destacar en estas
construcciones, mas bien al contrario, la
utilización de los materiales que ofrece el
entorno más inmediato producirá un efecto
mimético con el paisaje. Serán la piedra,
la madera y el colmo los elementos más
característicos; lográndose efectos cromáticos
a través del empleo, en ocasiones, de
esquinas de tosca de tonalidad diferente a
la piedra que conforma las paredes. No
encontramos en este tipo de edificaciones
nada superfluo, ningún accesorio y prácticamente
nada ornamental. La arquitectura
se concibe con un carácter netamente funcional
aunque se realizan esfuerzos económicos
si estos están encaminados a obtener
durabilidad, seguridad o estabilidad. En
cuanto a las viviendas acomodadas, éstas
presentan entre sí una serie de características
comunes que reflejan el nivel económico
de sus propietarios. En primer
lugar, se trata de las edificaciones de mayor
tamaño, no sólo por poseer una planta de
mayores dimensiones, sino porque generalmente
cuentan con dos alturas. La fachada
destaca, además de por sus proporciones,
por el número y amplitud de los vanos, así
como por la carpintería muy cuidada que
los acompaña. Generalmente se ubica una
puerta flanqueada por dos ventanas en la
planta baja, o bien tres puertas; y tres ventanas
consecutivas en la alta. Sin embargo,
este esquema es bastante flexible y puede
variar de una a otra vivienda en la localización
o en el número de vanos. La distribución
simétrica y la proporción de las
dimensiones de éstos con respecto a los
lienzos de pared, serán algunas de las características
que las definan. La techumbre que
remata a estas viviendas es en origen a dos
aguas con cubierta de colmo, aunque serán
las primeras en contar con una cubierta de
teja, antes de que su uso llegara a ser generalizado,
en un principio con teja curva de
fabricación local y luego, con la plana, de
origen foráneo. Existen, no obstante, numerosos
ejemplos de cubiertas de azotea en
edificaciones más recientes. Por otra parte,
se aprecia el uso indiscriminado de la cal
en el revestido, tanto del interior como del
exterior; no sólo con un carácter funcional,
ya que proporciona un mejor aislamiento
de la construcción, sino también como elemento
ornamental e ideológico, utilizado
para destacar la mayor calidad y prestigio
de la edificación y de sus habitantes. De
esta manera nos podemos encontrar en las
fachadas con zócalos, bandas verticales o
la combinación de ambos, realizados a la
hora de aplicar las diferentes fases del encalado,
consiguiéndose así texturas de diversas
tonalidades y contrastes que rompen
la pesadez visual del lienzo de pared. Los
motivos esgrafiados, por su parte, imitan las
esquinas de tosca, que han quedado ocultas
bajo la cal, forman grecas a lo largo de las
cornisas o componen zócalos con la alternancia
de figuras geométricas.
También la
pintura, cuando hace acto de presencia,
es empleada con carácter de ornato, bien
como un albeo monocromo -cal diluida
en agua- que ocupa toda la pared, o
bien reproduciendo en color -mediante
tintes naturales- los zócalos y franjas, a
similitud de los anteriormente mencionados.
A semejanza de los esgrafiados, la pintura
en las fachadas adquiere un mayor
protagonismo con la representación de
formas geométricas puramente decorativas
o con la simulación de los elementos
estructurales de la edificación, realizados
en piedra -esquinas, cornisas, ... En cuanto
al interior de las viviendas, en épocas más
recientes, el color suele repartirse según
las distintas dependencias, formando o
no zócalos, y mediante colores como el
blanco, azul añil, ocre rojo y/o amarillo,
o diversas tonalidades de verde. En lo que
respecta al color en la madera, éste será
fruto, en un primer momento, de la
degradación debida a su exposición a la
intemperie, proceso natural que terminará
mostrando tonalidades grises o pardas
creadas por los hongos que le afectan con
el paso del tiempo.
La aplicación de color
de forma intencionada ha usado tonalidades
como el azul añil, el rojo teja, verde,
marrón, etc.; para lo que ha recurrido al
mismo procedimiento de la cal diluida
hasta la incorporación de nuevos y más
sofisticados productos. Como testimonios
ilustrativos del color en la arquitectura
tradicional de El Hierro, contamos con
las descripciones que nos dejara la escritora
y aventurera inglesa Olivia Stone a
su paso por la Isla en el verano de 1883;
fruto de cuyo periplo por el Archipiélago
surgiría la obra Tenerife y sus seis satélites,
dos volúmenes de narraciones de viajes
que recomendamos para su lectura. Con
respecto a su capital, la Villa de Santa
María de Valverde, comenta: “Las casas
no están dispuestas en hileras sino diseminadas
sin orden alguno. Nunca hay
más de cuatro juntas. Algunas tienen azoteas
y otras las típicas tejas rojas. Las paredes
están enjalbegadas y los postigos de
madera, por lo general, no están pintados”.
En cuanto a su Iglesia, la Parroquia
de Nuestra Señora de La Concepción,
describe: “Tiene una torre baja, con una
cúpula como la de una mezquita, con los
lados pintados con franjas de azul vívido
y rojo ladrillo.” En contraposición a lo
expuesto para Valverde, la referencia a San
Andrés, pueblo eminentemente pastoril y
agrícola, es la siguiente: “(...) tiene más
cabañas de lo que parecía. Están construidas
con materiales que tienen el mismo
color que el suelo y, por lo tanto, son
casi invisibles (...) Las casas de aquí están
amuralladas y, tanto los muros como los
tejados son oscuros, no hay nada blanco y
deslumbrante, excepto la iglesia enjalbegada
-al menos, lo estuvo hace tiempo”.
A modo de conclusión: La lectura que
podemos realizar de lo anteriormente
expuesto, nos sitúa ante una evolución del
color en la arquitectura que va en estrecha
relación con los diferentes materiales
utilizados a través del tiempo. Grosso
modo podríamos establecer dos tendencias
claramente diferenciables. Una primera,
cuya característica principal es la
ausencia de intencionalidad en el color
de los inmuebles y en la presencia de elementos
decorativos. Esta carencia viene
motivada casi exclusivamente por el bajo
nivel económico de sus moradores, que
dará lugar a una arquitectura que destaca
por su carácter netamente funcional, en
el que ningún elemento es accesorio, y
por su plena integración con el entorno
en que se ubica. Este efecto mimético se
consigue con el empleo en la construcción
de materiales extraídos en las proximidades
que con el paso del tiempo,
especialmente en el caso del colmo y
las maderas, van adquiriendo las mismas
tonalidades que rodean a la edificación.
La búsqueda intencionada por destacar
la obra realizada a través de los contrastes
visuales y el color, se consigue con
la importación de materiales de construcción
ajenos al contexto insular.
La
cal, en combinación con las cuidadas carpinterías
y la pintura, consigue realzar
la estética de la edificación, especialmente
en comparación con la tendencia
mayoritaria anteriormente descrita. Esta
tendencia irá adquiriendo mayor protagonismo
con la mejora en el nivel de
vida que lleva consigo la imitación de
esquemas según las modas imperantes y
los recursos disponibles en cada época.
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